La soga en el cuello del Gobierno prooccidental libanés de Fuad Siniora sigue apretándose. En una escalada de las protestas iniciadas hace dos meses para derrocar al Ejecutivo, la oposición, liderada por el partido chií Hizbulá y sus aliados cristianos del exgeneral Michel Aoun, logró ayer paralizar el país con una huelga general secundada en bloque por los sindicatos.

Sus activistas cortaron con barricadas y vehículos incendiados las principales carreteras del país y los puntos estratégicos de Beirut, afectando al tráfico aéreo y al portuario. El clima de tensión degeneró en enfrentamientos con simpatizantes del Gobierno, los más graves desde que los partidos chiís dejaran la coalición en noviembre, después de que se les negara el derecho de veto. Al menos tres personas murieron y 130 resultaron heridas en varios puntos del país.

Indignación

"La huelga general ha sobrepasado todos los límites y nos ha hecho recordar los tiempos de la guerra y la lucha por la hegemonía", dijo un muy enfadado Siniora.

Los peores encontronazos, resueltos en algunos casos a tiros, se produjeron en la capital y en poblaciones cristianas como Halba y Biblos. En Trípoli, mayoritariamente suní, hubo dos muertos y casi 50 heridos por disparos, según fuentes policiales. El Ejército se limitó a disparar al aire y a interponerse entre ambos bandos, consciente de las consecuencias que un enfrentamiento con los seguidores de Hizbulá podría desencadenar.

El momento para el cambio de marcha en las movilizaciones de la oposición, que exige un Gobierno de unidad como antesala de unas elecciones anticipadas, se produce a dos días de la conferencia de donantes para el Líbano de París, en la que Siniora espera recaudar una suma importante para aliviar la crisis. A cambio, Siniora pagará con un paquete de ajustes económicos. Estos planes han enfurecido a la oposición, a los sindicatos y a las organizaciones sociales, que temen que las nuevas donaciones acaben incrementando la ya insostenible deuda pública.