El gran pulso sindical contra las reformas de Nicolas Sarkozy se puso en marcha a las ocho de la tarde de ayer, con el inicio de la huelga indefinida de los ferrocarriles franceses, a la que hoy se unirán metro y autobuses de París, y trabajadores del gas y electricidad.

Todos protestan por la revisión de los regímenes especiales de jubilación, que equiparará a estos empleados con el resto de los trabajadores del sector público, con un periodo de cotización de 40 años en lugar de los 37,5 actuales.

Las empresas implicadas y el Gobierno intentan, a través de negociaciones con los sindicatos más moderados, que el conflicto no se prolongue. Los sindicatos temen perder la batalla de la opinión pública, que hasta ahora les es desfavorable. Según un sondeo de Libération, el 59% de los franceses respaldan a Sarkozy y al Gobierno, y solo un 35% apoyan a los huelguistas del transporte. En otra encuesta de Ipsos-Le Point, el 27% culpa a los sindicatos de que no haya habido acuerdo, el 20%, a Sarkozy y el 49%, tanto a una parte como a la otra. El clima que se vive deteriora la imagen del presidente, que pierde seis puntos (58% de opiniones favorables frente a 63%).

La SNCF (la Renfe francesa) prevé que circulen solo 90 de los 700 trenes de gran velocidad (TGV) habituales. 17 trenes que unen Barcelona y Madrid con París y Barcelona con Milán y Zúrich no circularán al menos entre el martes y el jueves. Otros cuatro serán remplazados por autobuses.