La revuelta estudiantil y sindical en Francia es la punta de un iceberg con el que está a punto de chocar el transatlántico económico de la UE: la precariedad laboral de los jóvenes europeos, que los gobiernos pretenden que la sociedad asuma sin queja ni convulsión. Ante la ausencia de recetas para combatir el paro, se persigue que el empleo juvenil (hasta los 26 años, en el caso francés) no sólo esté mal pagado, sino que sea inestable e inseguro. La juventud francesa no lo acepta, y su ejemplo puede extenderse más allá de sus fronteras... que son las nuestras.

*Periodista.