La guerra que se está librando en Kivu (este de la República Democrática del Congo) es fomentada por bandas criminales y multinacionales mineras con el objetivo de separar la región para transformarla en un Estado independiente o en un enclave autónomo bajo la influencia de algunas potencias occidentales a través de Ruanda, Uganda, Angola y Nigeria. Esa es la acusación de los católicos de la zona, incluidos sus obispos, que envían información a Roma en la que denuncian "un complot internacional" para balcanizar el país.

Uno marca el 00250... y espera. "¿Es usted el padre X?". La respuesta desde Kivu llega poderosa y a la vez distante. "¿Puede volver a llamar a este otro número que le doy?". Y uno marca ahora el 00243... El primero era un móvil ruandés, gracias a que la red telefónica de Ruanda ha sido inexplicablemente ampliada hasta Kivu; el segundo es un móvil congoleño. "¿Sabe usted? Los ruandeses nos controlan mucho", explica el misionero.

RIQUEZA ESTRATEGICA Los ruandeses, refugiados y militares, se han afincado en la vasta zona desde 1994, cuando se produjo la matanza de 800.000 hutus y tutsis. Se dijo que había sido una guerra étnica, igual que ahora sostiene el general rebelde Laurent Nkunda, a quien algunos católicos definen como "mercenario" a sueldo de las multinacionales mineras.

Cartas, publicaciones e informes católicos africanos explican que, con el aparente objetivo de defender la etnia de los tutsi, se está separando la región más rica del mundo en minerales y metales estratégicos, indispensables para la informática, la aero- náutica y las telecomunicaciones de las sociedades occidentales. Que el juego entre el general Nkunda y el Gobierno de Ruanda es mucho más complejo, porque este representa los intereses de una mayoría de las multinacionales mineras, apoyadas por algunos de sus gobiernos. Según esta interpretación, la ONU se aferra a los acuerdos de paz firmados por todas las partes --e incumplidos-- porque no sabe cómo acabar con un conflicto que ha dejado de ser étnico para derivar en ajustes de cuentas "entre bandas que quieren controlar las minas ilegales y tráficos de toda suerte", como escribe el mensual católico 30 giorni .

PACTO CON CHINA Muchos temen un golpe de Estado en el Congo, que hace poco celebró unas elecciones generales, propiciadas por la Unión Europea. En ellas participaron todas las etnias y fueron consideradas las más transparentes que se han realizado en Africa. Poco después, el general Nkunda, que fue derrotado en la consulta, se rebeló. Paralelamente, el Gobierno congoleño, firmó un pacto con China que ha dejado pasmados, por su envergadura, a los gobiernos occidentales: el acuerdo de un grupo de empresas en torno al Exim Bank prevé inversiones de entre 6.500 y 10.500 millones de euros, según las fuentes, destinadas a extracciones mineras e infraestructuras. "Un tsunami", escribieron los analistas congoleños, para quienes el acuerdo soliviantó de nuevo a las facciones rebeldes y a sus mentores, que optaron por la guerra.

Congo es 80 veces mayor que Bélgica y posee el 34% de las reservas mundiales de cobalto, el 10% del oro, el 50% del coltán --imprescindible para móviles y ordenadores-- e importantes yacimientos de diamantes, uranio, casiterita y niobio, además del 70% del agua dulce de Africa. Una ojeada al mapa permite constatar que de Nyunzu (norte de Katanga) hasta el valle de Djugumagi, en Uturi, o sea las zonas en guerra, son también las de las minas y donde hay más oro. Y en Goma se ha hallado petróleo.

Los obispos han manifestado su oposición a "la pretendida amenaza de división entre el este y el oeste del país" y califican la guerra como "una mampara". Han vuelto a denunciar que "es evidente que los recursos naturales del país alimentan la codicia de algunas potencias, que no son extrañas a la violencia que se impone a la población".