El descalabro de la iniciativa republicana para revocar y reemplazar la reforma sanitaria de Barack Obama, una promesa que los conservadores han repetido durante siete años y que tenían al alcance de la mano con la Casa Blanca en poder de Donald Trump y el Congreso bajo su control, suma un nuevo capítulo esperpéntico. Tras el fracaso de la semana pasada, este martes hay organizado un voto en el Senado, pero menos de 24 horas antes de esa votación en Capitol Hill domina el desconcierto sobre qué se va a votar exactamente.

En principio, en la votación organizada por el líder de la mayoría republicana en la Cámara Alta, Mitch McConnell, los senadores deben aprobar o rechazar comenzar el debate sobre una propuesta de ley. ¿El problema? Que muchos de los senadores no saben al debate de qué propuesta darían luz verde: si a la propuesta para derogar y reemplazar Obamacare que aprobó hace unos meses la Cámara Baja, a alguna de las varias redactadas por el Senado o a una que solo revocaría la reforma de Obama inicialmente dejándose un plazo de dos años para preparar una alternativa, una propuesta que según los cálculos de la Oficina de Presupuestos del Congreso dejaría a 32 millones de personas sin seguro para 2026.

Esas dudas hacen que McConnell no tenga garantizado siquiera un resultado positivo en una votación de puro procedimiento, no de contenido. Con 52 escaños en su control solo puede permitirse perder dos votos de sus filas y parece más que posible dado el rechazo que han mostrado Susan Collins y Rand Paul, al que se suma la ausencia de John McCain, diagnosticado con un tumor cerebral. Y se cocina un potencial fracaso que supondría un mazazo político tanto para los republicanos como para Trump, que este lunes enviaba a través de Twitter un mensaje a los senadores de su partido recordándoles que esta es “su última oportunidad” de cumplir una promesa mantenida durante siete años.