El indígena Evo Morales ganó ayer las presidenciales de Bolivia frente al conservador Jorge Tuto Quiroga. Según las encuestas ofrecidas anoche por varias televisiones, el líder de los cocaleros logró entre el 41,5% y el 45% de los votos, mientras que su rival logró entre 33% y el 36%.

Unos 3,6 millones de bolivianos eligieron ayer además senadores, diputados y, por primera vez, a sus prefectos (gobernadores) departamentales en unos comicios considerados trascendentes. "Pondremos a prueba la fortaleza de nuestro sistema democrático", declaró el sábado a este diario el presidente del país, Eduardo Rodríguez. Morales y Quiroga, los hombres que polarizaron las opiniones de la sociedad, fueron temprano a votar. "El pueblo no se equivocará", dijo el primero. Y agregó: "Soy el candidato de los más despreciados; ojalá este voto acabe con esa discriminación. Tenemos esperanza de cambiar la historia y de vivir en paz, pero con justicia social". Quiroga, de Podemos, también confiaba a esas horas que la suerte estaba de su lado.

RESULTADO PREVISIBLE Los primeros cómputos mostraron lo previsible: Morales no logró la mitad más uno de los sufragios necesarios para ganar. Y como Bolivia no tiene segunda vuelta, es el Congreso bicameral el que debe designar al sucesor de Rodríguez antes del 22 de enero. Días atrás crecía en el país la corriente de opinión, según la cual los legisladores deberían, en aras de la gobernabilidad, optar por el candidato del MAS si éste obtenía una diferencia razonable respecto a Quiroga.

Si ese criterio no se impone, el partido del empresario Samuel Doria Medina, tercero en la votación, se convertirá en el árbitro. Doria Medina había insinuado, no obstante, su preferencia por Morales. Algunos sectores económicos de la próspera Santa Cruz, donde se produce casi el 40% de la riqueza boliviana, parecían ya resignados a aceptar a Morales y elaborar con él una agenda "realista". Otros, sin embargo, se mostraban todavía más inclinados a la confrontación.

FUTURO COMPLICADO Si Morales termina accediendo al poder, se enfrentará a un complejo escenario. Su partido estará en minoría parlamentaria y tampoco contará con prefectos departamentales como aliados. El líder de los campesinos cocaleros deberá, a su vez, contener a las bases del MAS y a otros sectores sindicales y campesinos situados más a la izquierda, que esperan cambios rápidos. Su llegada al palacio Quemado puede acentuar, por otra parte, las reclamaciones autonomistas de las zonas que controlan el petróleo.

Las elecciones de ayer fueron apenas un capítulo más de una crisis que estalló en octubre del 2003 para reclamar la nacionalización de los hidrocarburos y que obligó a dimitir a dos presidentes, Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. El Congreso aprobó una ley, que los radicales calificaron de insuficiente, y que gravaba a las petroleras extranjeras un tributo del 32% con el cual el fisco recaudará unos 417 millones de dólares anuales.