Todo comenzó con la muerte de dos adolescentes: se llamaban Banou y Ziaad, eran de origen africano y tenían 15 y 17 años. Pero su vida no interesa a nadie. Lo único que pasará a la historia son las escenas de violencia que comenzaron en Clichy- sous-Bois (en la periferia de París) y se extendieron como un reguero de pólvora solidaria por todo el departamento de Seine-Saint-Denis, el famoso 93, marca de fábrica para muchos jóvenes sin esperanza ni futuro.

Guetos de discriminación

"Los indígenas de la República francesa", como se autodefinen algunos, los habitantes de la banlieu, las ciudades dormitorio a la francesa transformadas en guetos de discriminación y precariedad moral, étnica, económica y social, vuelven a estar en las portadas de diarios y revistas y protagonizan la apertura de los telediarios. Mientras los políticos, de derechas e izquierdas, parecen sorprendidos por la explosión de violencia, los habitantes de los suburbios la viven desde hace años de manera cotidiana.

La realidad de las bandas, más o menos organizadas, ha estallado ante las cámaras y hace reinar, desde hace 10 días, un clima de guerrilla urbana en más de 20 barrios a la vez. Y lo que es peor, se extiende a toda Francia sin que el dispositivo policial, creado especialmente por el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, consiga calmar los ánimos, ni siquiera por la vía de la represión. Durante años, los políticos han ignorado la violencia de pequeñas bandas que aprovechaban las manifestaciones estudiantiles en la capital para hacer puntuales demostraciones de fuerza rompiendo tiendas, saqueando escaparates y destrozando el mobiliario urbano.

De repente se descubre que las banlieues se han convertido en bastiones étnicos, que los barrios están literalmente tomados por organizaciones criminales de traficantes y por grupos islamistas radicales.

Caso omiso

Nadie ha hecho caso de los análisis, más que numerosos, de educadores y sociólogos que anunciaban desde hace tiempo una revuelta de identidad e, incluso, de comunidad de jóvenes individuos de edades entre los 8 y 22 años que consideran sus barrios como su pueblo, su nación y su cultura, y que desde su territorio están decididos a luchar contra el "opresor occidental", el Estado francés.

Este está representado por los gendarmes, la policía, los bomberos, la sociedad de consumo, y para muchos de estos jóvenes quemar un coche, saquear una propiedad estatal o un comercio es "un acto de guerra".

Todos estos chavales han crecido con el sufrimiento de ver a sus padres sumisos y humillados por un trabajo duro y poco gratificante. Para muchos, el ascensor social ya no pasa por los estudios, sino por la cárcel. El rechazo de la escuela es inevitable cuando se reproduce allí la exclusión que existe en el exterior. Los diplomas pierden todo su valor ya que no sirven para encontrar trabajo: si el nombre tiene un origen magrebí, el rechazo está garantizado.

Paralelamente, hay un síndrome de miedo y de cansancio general en los diferentes servicios públicos. En ellos se registran cada vez más agresiones. La presión constante por parte de los jóvenes alimenta la incomprensión y el racismo.

La violencia de los suburbios es, sin duda, una revuelta contra "una sociedad injusta y racista", explica Laurent Bonelli, politólogo especializado en los suburbios. De los "pequeños salvajes" del exministro de Interior Jean-Pierre Chev¨nement a las "zonas sin derechos entregadas a la economía subterránea y a la ley de las bandas" de Nicolas Sarkozy, los suburbios franceses se convierten en la principal amenaza para la sociedad francesa.

En todos los medios de comunicación los expertos proclaman y profetizan desde hace años el advenimiento del "reino de la delincuencia".

Políticas neoliberales

Entretanto, proliferan también las políticas neoliberales en materia de vivienda. Las capas más desfavorecidas de la sociedad se van quedando marginadas.

Los que pueden abandonan los suburbios. Los que se quedan son, en su mayoría, inmigrantes de origen extranjero. Las reestructuraciones industriales han dejado a muchos de ellos en el paro y una degradación galopante se ha cebado en los suburbios.

La política llevada a cabo por Sarkozy, acompañada de desplazamientos espectaculares en los barrios para anunciar, a bombo y platillo, la aplicación de una limpieza a fondo, ha sido la chispa que ha provocado el incendio.