Pensé que fue un cohete", dice Roman, un estudiante moscovita de 21 años, mirando hacia el lugar donde tan sólo hace una hora y media estuvo al borde de la muerte. "Estuvimos en la cola para comprar entradas, cuando a unos 50 metros se oyó el primer estallido. El gentío fue muy denso y en el primer momento no pude ver nada. Luego vi a varios heridos sobre el asfalto", explica.

Junto a sus compañeros de estudios, Roman se acercó al aeródromo de Tushino, en el noroeste de Moscú, para asistir al festival de rock Krilia . La publicidad invitaba desde hacía un mes "a todos los moscovitas" a la "inolvidable fiesta" del rock ruso. Junto a un centenar de testigos directos de los dos atentados terroristas, Roman lleva varias horas fuera del cerco policial y bajo el implacable sol moscovita.

AJENOS AL PELIGRO

Pese a los intentos de la policía de alejar a los curiosos, los alrededores del aeródromo enseguida se llenaron de gente. Algunos se enteraron por la radio de las explosiones. Pero miles de personas seguían llegando para "disfrutar de la fiesta", mientras las ambulancias evacuaban a los heridos.

Según testigos presenciales, muy pocos asistentes se dieron cuenta del peligro que hubo tras la primera explosión, porque la terrorista consiguió activar sólo parte del material explosivo que llevaba encima. La mayoría de los que hacían cola y salieron ilesos se dirigieron a la otra entrada del aeródromo para no perderse el espectáculo. Pero en pocos minutos se produjo el segundo estallido, mucho más potente.

CUERPOS DESTROZADOS

"Todo fue un caos. Vi a una decena de cuerpos destrozados y semidesnudos. Los supervivientes estaban sentados sobre el suelo en estado de shock, muchos de ellos heridos. Una chica herida llamaba a alguien a gritos sin que nadie la atendiera", aseguró Olga, una dependienta de un puesto de refrescos.

Fragmentos de cuerpos y de ropa, y cristales rotos quedaron esparcidos a varias decenas de metros del epicentro de la segunda explosión. Mientras tanto, al otro lado de la valla metálica que rodea el enorme campo de Tushino, a unos 500 metros del "infierno", más de 40.000 personas no se dieron cuenta de lo sucedido. El volumen de los altavoces era tan alto que el ruido de los estallidos no llegó a sus oídos.

"La música no cesó. Las autoridades han hecho bien en no parar el concierto. El pánico pudo haber causado muchas víctimas", dijo Serguei Galanin, uno de los organizadores del concierto. Y así, durante varias horas, la música rock acompañó las actividades de los equipos de rescate. Sólo tres horas después de los atentados, la policía dio comienzo a la evacuación. Muchos preguntaban a los agentes: "¿qué ocurrió aquí?". "Nadie nos ha dicho nada sobre lo ocurrido. Hemos pasado un buen día y me gustó mucho el concierto. Empecé a sospechar que pasaba algo raro sólo cuando aparecieron las tropas del Ministerio del Interior", dijo Irina, de 20 años. Las explosiones paralizaron el tráfico en la zona. El aeropuerto de Tushino se halla junto a una de las principales salidas de la ciudad.