Llegó la hora de la verdad para el debilitado presidente de Pakistán, Pervez Musharraf. Cinco meses y medio después de que las fuerzas leales al actual jefe del Estado fueran barridas de la Asamblea Nacional en las pasadas legislativas, las dos principales fuerzas políticas surgidas de aquellos comicios anunciaron ayer el inicio de un proceso de destitución parlamentaria contra el presidente Musharraf, a quien acusan de "mermar la transición a la democracia" y de "oprimir" al país. Pese a que los mentideros políticos de Islamabad estiman que pasarán varias semanas antes de que los miembros de la Asamblea Nacional y el Senado voten, en sesión conjunta, si cesan o no a Musharraf, el inicio del proceso de impeachment sumerge en un torbellino político de impredecibles consecuencias, por enésima vez en los últimos 10 meses, al único país musulmán con armas nucleares.

"Los líderes de la coalición gubernamental creen que se ha convertido en un imperativo actuar en favor del impeachment ", proclamó Asif Alí Zardari, viudo de la exprimera ministra asesinada, Benazir Bhutto, junto a su socio Nawaz Sharif, en una rueda de prensa conjunta. "Esta persona ha cometido opresión contra Pakistán; esta es la razón por la cual el Parlamento ha decidido iniciar la destitución", declaró Sharif, enemigo acérrimo del aún jefe del Estado, que ayer canceló un viaje a Pekín para asistir a los Juegos Olímpicos.

DISPUTA INTERNA La suerte del denostado presidente se había convertido en un grave motivo de disputa en el seno de la coalición gubernamental, hasta el punto de que los ministros pertenecientes al partido de Sharif llegaron a abandonar sus puestos en el Ejecutivo en mayo. Mientras que el Partido Popular de Pakistán (PPP) se declaraba favorable a una cohabitación con un Musharraf con poderes limitados, la Liga Musulmana de Pakistán-N adoptaba una línea mucho más radical.

Las grandes incógnitas que se abren ahora son la reacción del presidente, entre cuyas atribuciones está aún la de disolver el Parlamento, y la respuesta del Ejército, que podría ver con muy malos ojos cómo las fuerzas políticas gubernamentales expulsan del poder al que fue su comandante de forma ignominiosa. Respecto al primer interrogante, los impulsores del impeachment no dudaron en recurrir a las amenazas: "Si lo hace disolver el Parlamento, será su último veredicto contra el mandato del pueblo y contra Pakistán", dijo Zardari.

MOVILES DESCONECTADOS De momento, todo son conjeturas. Rashid Qureshi, portavoz presidencial, guardó silencio durante toda la jornada. Su móvil permaneció desconectado y evitó aclarar las intenciones del presidente. Solo los socios parlamentarios de Musharraf anunciaron que lucharán hasta el final.

La actitud que adoptará la plana mayor militar se comprobará, o cuando menos se podrá entrever, en los próximos días. Ayer mismo, los principales comandantes del país se reunieron en Rawalpindi, en un encuentro descrito por portavoces militares como "de rutina". Se tiene constancia de que, durante las legislativas de febrero, el actual comandante en jefe del Ejército paquistaní, Ashraf Kayani, antiguo hombre fuerte en los servicios secretos (ISI), actuó desde las bambalinas para evitar interferencias del ISI en el resultado electoral. Los principales indicadores económicos del país, eso sí, se resienten. La Bolsa de Karachi perdió un 0,3% de su valor.

Los pasos a seguir por los partidos que han lanzado el impeachment serán la emisión de un acta de acusación contra Musharraf, para después someterla al Parlamento. Para que el proceso siga adelante debe recabar el voto de la mitad de los escaños. Después, el presidente de la Asamblea Nacional informará al jefe del Estado y le pedirá que se defienda. La moción saldrá adelante solo con dos tercios de los votos en una sesión conjunta de las dos cámaras parlamentarias, una mayoría con la que no cuentan.