Esperar encontrarse con un tráfico fluido en una inmensa y caótica ciudad de cinco millones de habitantes como Bagdad sería como pedir peras al olmo. Pero uno de los efectos más visibles de la ocupación militar de Irak --y que irritan más a los bagdadís-- son los monstruosos atascos de tráfico que generan los cortes de calles y los omnipresentes controles de seguridad de las tropas ocupantes.

Barricadas, alambradas, sacos terreros, tanques parapetados tras montañas de arena, salidas de autopista cortadas, puentes con el tráfico restringido... Todo ello ha pasado a formar parte del paisaje de una ciudad devastada por la guerra y que ya sufre muchas carencias tras la caída de Sadam Husein, el pasado mes de abril.

SOLDADOS NERVIOSOS

Después de cada atentado, los llamados perímetros de seguridad en torno a edificios oficiales y sedes de partidos se amplían y refuerzan, los registros se hacen más exhaustivos, se cierran más calles secundarias y el nerviosismo de las tropas ocupantes se incrementa. Y sortear todos estos obstáculos pone a prueba la paciencia de muchos conductores, que son, a fin de cuentas, quienes acaban pagando los platos rotos: "Con este calor, mi coche va a acabar estallando; no podemos esperar media hora atrapados en un atasco", grita, desesperado un chófer, Abu Jalid, ante un puesto de control norteamericano.

Con el mapa de Bagdad en la mano, se puede comprobar cómo un amplio perímetro del centro de la capital es terreno prohibido para los conductores. El puente Al Mualak, que une las dos orillas del Tigris, ha sido cortado. En la calle Al Kindi, en la margen izquierda del río, ya no se permite el tráfico de blindados, tanques y coches oficiales. Por no hablar de la avenida Mohamed Al Kasin: "Para nosotros es como la M-30 de Madrid", explica Hasin, que vivió en España.

El toque de queda es también una experiencia nueva para los habitantes de la ciudad. Durante el régimen de Sadam Husein, e incluso en los primeros días de guerra, era frecuente que algunos periodistas salieran a cenar lejos del hotel donde estaban confinados.

Todo eso ya pasó a la historia y las veladas de Bagdad se reducen a largas tertulias en los restaurantes de los hoteles donde se encuentran confinados los informadores. Y es que, en cuanto oscurece, muy pocos se atreven a adentrarse ya en las calles de la ciudad liberada hace apenas cuatro meses.