En una comparecencia conjunta ante la prensa en Washington esta semana, la ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, hizo un resumen de lo tratado con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice: "Hemos hablado de todos los temas: el conflicto palestino-israelí, la situación en el Líbano y... todo lo demás". "Todo lo demás. Bien dicho", dijo Rice.

Ese "todo lo demás", dicho con un gesto que implicaba que hay mucha tela que cortar, es lo que ahora es Oriente Próximo: un caos bélico, religioso, económico y político que se ha cobrado un altísimo precio en vidas humanas y que ya es explosivo, pero aún puede ir a más.

SIN FLORES NI VITORES Los estrategas neocon que diseñaron la guerra de Irak hace cuatro años tenían en la mente un escenario muy distinto. Los mismos que previeron que los soldados de EEUU serían recibidos en Bagdad entre vítores y flores auguraron un futuro de esplendor democrático en la zona.

Irak sería una fuente de democracia, derechos humanos y regímenes prooccidentales, la mejor forma de debilitar a Al Qaeda. Y, además, el camino para arreglar Jerusalén, el eterno conflicto, pasaba por Bagdad, ya que el principal problema entre israelís y palestinos era que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) no era democrática.

Cuatro años después, el panorama en la región es desolador. Palestinos e israelís siguen a lo suyo. Ha habido una guerra entre Israel y el Líbano. Irán desarrolla su programa nuclear después de que la línea dura se impusiera a los reformistas. Los islamistas han ganado las elecciones en los territorios ocupados palestinos, han logrado grandes resultados en Egipto y son una fuerza decisiva en el Líbano.

Hay guerra civil en Irak y algo parecido en los territorios ocupados y en el Líbano. Ha habido sangrientos atentados de Al Qaeda y sus redes en Jordania y Egipto. Arabia Saudí se erige en el gran gendarme occidental y en el referente suní como contrapoder de Irán. Prueba de ello es su mediación en la crisis palestina.

De todo el mundo jóvenes musulmanes y árabes viajan a Irak para combatir. El líder de Hizbulá, Hasán Nasralá, es de largo el líder árabe más popular. Jordania y Egipto legislan contra --y reprimen-- a sus movimientos islamistas, y con Siria, país clave en la zona, no se puede hablar, al ser del eje del mal .

El islamismo es una fuerza en ascenso, y las voces moderadas pierden peso en un mundo maniqueo --conmigo o contra mí-- cuyas reglas marcó Bush tras el 11-S. No todo es imputable por completo al fiasco de Irak, pero ni siquiera los más neocon defienden que, cuatro años después, la zona se parezca al Gran Oriente Próximo democrático que iba a irradiarse desde Bagdad.