El fantasma de la guerra civil planea sobre Irak. El atentado que destruyó ayer la espectacular cúpula dorada de uno de los santuarios más importantes del shiísmo amenaza con romper en pedazos la frágil convivencia entre shiís y sunís. Un grupo de terroristas hizo estallar dos potentes artefactos explosivos dentro de la conocida como Mezquita Dorada, en la ciudad de Samarra, donde están enterrados dos de los imanes más venerados del islam shií, descendientes de Mahoma. A pesar de que el Gobierno y los principales líderes religiosos hicieron un llamamiento a la calma, grupos de shiís furiosos atacaron mezquitas sunís en varias ciudades del país.

A primera hora de la mañana, cuatro hombres, uno de ellos con uniforme militar y el resto vestidos de negro, redujeron a los guardianes, asaltaron el templo --también conocido como mezquita de Ashariya-- y colocaron los dos artefactos. Poco después se registró la fuerte explosión, que convirtió en ruinas la cúpula del templo, de 20 metros de diámetro, una de las más grandes y bellas de la arquitectura islámica.

10 DETENIDOS A pesar de que ningún grupo se atribuyó el ataque, el consejero de Seguridad Nacional, Mowafak al Rubaie, acusó a extremistas sunís ligados a Al Qaeda de estar detrás de la acción terrorista. "El objetivo de este ataque es empujar a Irak a la guerra civil", declaró a la cadena Al Arabiya. Fuentes del Gobierno informaron de que 10 sospechosos fueron detenidos en Samarra, ciudad mayoritariamente suní y feudo de la insurgencia, situada a 100 kilómetros al norte de Bagdad.

La ira de los shiís, que son mayoría en el país, se extendió por Irak y se manifestó en marchas de protesta y ataques a por lo menos 75 mezquitas sunís en todo el país, según informó el dirigente suní Husein al Faluji. Fuentes policiales dijeron que 28 templos fueron blanco de ataques sólo en Bagdad, donde el Ejército desplegó a unos 500 hombres para evitar choques entre ambos bandos.

De nada sirvió que el gran ayatolá Alí Sistani, máximo líder religioso de los shiís iraquís, prohibiera a sus seguidores responder con violencia. Menos prudente se mostró el clérigo radical Moktada al Sadr que, por boca de un portavoz, exigió venganza.

El Comité de Ulemas suní, por su parte, condenó enérgicamente el atentado, que calificó de "acto criminal". En términos similares se expresó el presidente iraquí, el kurdo Jalal Talabani, quien acusó a los autores de intentar "sabotear" las negociaciones para formar un Gobierno de unidad nacional. "Nos enfrentamos a una gran conspiración contra Irak. Debemos cooperar y trabajar juntos contra este peligro, el peligro de una guerra civil", advirtió.

El primer ministro, Ibrahim Yafari, pidió a los líderes religiosos del mundo que "redoblen sus esfuerzos para ayudar al Gobierno iraquí a poner freno a los saboteadores". Yafari decretó tres días de luto nacional y ordenó iniciar cuanto antes los trabajos de reconstrucción.