Irak se hunde en la violencia y el odio sectario en vísperas de que el presidente de Estados Unidos, George Bush, se reúna en Jordania con el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki. El encuentro está previsto para la semana que viene.

Ayer se registró el peor atentado de la posguerra iraquí, cuando seis coches bombas seguidos de disparos de morteros mataron a 203 personas en el barrio de Ciudad Sadr, arrabal chií feudo de los seguidores de Muqtada al Sadr.

A estos atentados les siguieron salvas de morteros contra barrios sunís de Bagdad, signo inequívoco de que basta vivir en un barrio concreto para convertirse en enemigo de alguna facción.

Nuevos atentados

Sin haber tenido tiempo ni de enterrar a los muertos de ayer, otro doble atentado con coches bomba ha sacudido esta mañana la ciudad de Tel Afar, 470 kilómetros al noroeste de Bagdad, y ha dejado 22 muertos y 27 heridos. Más tarde, hombres armados han atacado cuatro mezquitas sunís de la capital del país y han causado una veintena de fallecidos.

La reunión entre Bush y Maliki se anunció el pasado miércoles, antes incluso del brutal atentado de Ciudad Sadr, pero las consecuencias del suceso pueden acelerar algunas de las ideas que debatan los dos mandatarios. En un comunicado conjunto, ambos dirigentes informaron de que estudiarían "la transferencia de seguridad y responsabilidades [de las fuerzas de EEUU a las iraquís], y el papel de la región en el apoyo a Irak".

Países de la región

Este "papel de la región" puede referirse a Egipto, Jordania y otros países aliados de EEUU, pero hasta ahora estos han demostrado no ejercer la más mínima influencia sobre lo que sucede en Irak.

La otra posibilidad es que se refiera veladamente a Siria, el país hasta ahora vetado por Washington pero para el que cada vez más voces -entre ellas el mismo Tony Blair- reclaman un papel en la solución del avispero iraquí.