El régimen iraní detuvo ayer a ocho empleados locales de la embajada británica en Teherán, acusados de haber participado en los disturbios que ha vivido la capital desde que se dieron a conocer los resultados de las elecciones presidenciales, que dieron la victoria al ultraconservador Mahmud Admadineyad.

La policía puso en libertad, poco después, a cuatro de los arrestados. El ministro de Exteriores británico, David Miliband, calificó ayer la acción policial de "forma inaceptable de intimidación y acoso" y exigió que todos los detenidos sean puestos en libertad inmediatamente. La UE criticó también las detenciones.

El de ayer es un episodio más de la escalada de la tensión entre las autoridades iranís y algunos países occidentales, en concreto EEUU, el Reino Unido, Francia y Alemania, a los que Teherán acusa de interferir en sus asuntos internos y de estar detrás de los protestas. De hecho, la semana pasada Irán decidió expulsar del país a dos diplomáticos británicos. Londres ha hecho lo propio con dos diplomáticos iranís.

Además, la Federación Internacional de Asociaciones de Derechos Humanos cifró ayer en más de 2.000 las personas detenidas en Irán desde que estallaron los disturbios, el 13 de junio, y en centenares las que siguen "desaparecidas". Según fuentes oficiales, han muertos 17 civiles.