Irán va a lo suyo, y Occidente ya puede decir lo que quiera. Este es el mensaje al mundo que el régimen de Teherán transmitió ayer con nitidez con una nueva prueba de su misil balístico de medio alcance Sayil-2, alimentado con combustible sólido y capaz de alcanzar Israel y las bases de EEUU en el golfo Pérsico. Un "éxito", según el Ejército iraní, del que la televisión estatal ofreció imágenes. El nuevo Sayil-2, con un alcance de 2.000 kilómetros, ha logrado reducir el tiempo de lanzamiento y dispone de un sistema antirradar que lo hace más difícil de detectar.

Las cancillerías occidentales saltaron como un resorte. "Cuando el mundo ha ofrecido a Irán oportunidades para empezar a desarrollar una confianza, las pruebas de misiles no hacen otra cosa que socavar sus afirmaciones de que sus intenciones son pacíficas", dijo la Casa Blanca. París vio en el lanzamiento "una muy mala señal dirigida a la comunidad internacional", Berlín y Roma lo juzgaron "preocupante" y Londres se hizo eco de la "profunda inquietud" de Occidente. "Esto hace que nos acerquemos a las sanciones" internacionales a Irán por la falta de transparencia de su programa nuclear, apuntó el primer ministro británico, Gordon Brown, tras una conversación al respecto con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Las sanciones deberán cocerse a fuego lento en el Consejo de Seguridad de la ONU, aunque el reciente voto favorable de China y Rusia a la condena de Irán por parte del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) constituye un precedente.

Mientras, desde Washington, la presión sobre Teherán se intensifica. El martes --apenas unas horas antes del lanzamiento del misil--, la Cámara baja del Congreso amplió el poder al presidente, Barack Obama, para prohibir que firmas extranjeras que vendan a Irán productos refinados del petróleo --como la gasolina-- hagan negocios con EEUU, iniciativa que aún debe ser ratificada por el Senado.

Irán es el quinto exportador de petróleo del mundo, pero la falta de refinerías le obliga a importar el 40% de la gasolina que consume. Pero Teherán dice no sentirse vulnerable: "Tenemos una larga lista de proveedores", afirmó un alto cargo de la petrolera estatal.