La República de Irlanda ha ratificado en refendo el Tratado de Lisboa, según ha confirmado hoy el primer ministro irlandés, Brian Cowen, quien ha dicho que el de su país ayudará a "crear una Europa más justa y fuerte".

Cowen ha comparecido en el Castillo de Dublín para celebrar la victoria, horas antes de que se anuncie en ese mismo lugar el resultado final del plebiscito.

"Hoy el pueblo irlandés ha hablado con una voz alta y clara. Este es un día bueno para Irlanda y para Europa", ha declarado el Taioseach, y ha agradecido los esfuerzos de todos los que hicieron campaña a favor del Tratado, un texto clave para la reforma de una UE ampliada.

"Como nación --ha dicho-- hemos dado un paso decisivo para crear una Irlanda y una Europa más fuerte, más justa y mejor. Hemos dado un paso importante para mantener a nuestro país en el corazón de la Unión".

Escrutados el 75% de los votos

Cuando se llevan computados un 75% de los sufragios, el va ganando al no en una proporción de dos a uno, un incremento del 20% respecto al resultado del referendo del 2008, cuando la mayoría del electorado rechazó el texto comunitario.

Solo dos de las 43 circunscripciones irlandesas, ambas en el remoto condado noroccidental de Donegal, han dado la espalda al Tratado, mientras que en el resto la victoria ha sido contundente.

En el distrito electoral de Dublín-Sur, el 82% de los votos han sido a favor del documento, seguido de cerca por el de Dun Laoghaire, con un 81%.

Alta participación

Según los expertos, este significativo giro en la intención de voto ha estado propiciado por la alta participación, superior al 50%, y por la intensa campaña del Gobierno y todos los partidos con representación parlamentaria, excepto el Sinn Fein.

Cowen también ha agradecido a sus socios comunitarios la flexibilidad mostrada para incluir en el Tratado unas garantías legales que ayudaron a despejar las preocupaciones que llevaron a los irlandeses a rechazar el texto en el anterior plebiscito.

Así, el electorado de este país ha acudido a las urnas con la promesa de Bruselas de que el nuevo instrumento de reforma no erosionará la neutralidad, la independencia fiscal o la soberanía irlandesa sobre asuntos sociales, como la ley del aborto.