La cuenta atrás para un alto el fuego en el Líbano ya ha comenzado, pero ayer, en las horas finales antes de que entrara en vigor la tregua, Mohamed Abdelal, de 21 años, perdió su mano derecha al caer un proyectil israelí a escasos metros de él mientras caminaba tranquilamente. Horas antes, Chukrallah Hage, arzobispo maronita de Tiro, desató su indignación, tras la misa de 10, ante las cada vez más cercanas explosiones que hacían retumbar las paredes de piedra del arzobispado, y el doctor Ahmad Mrue recordó en su despacho del hospital Jabal Amel que en todas las guerras entre Israel y el Líbano, la última jornada de hostilidades siempre ha sido la peor.

El Ejército israelí confirmó su intención de respetar el alto el fuego acordado bajo la égida de la ONU y de cesar toda operación militar ofensiva a partir de las 5.00 horas GMT, es decir, las 8.00 horas de hoy en la zona (una hora menos en España); pero ayer la aviación bombardeó con más furia que nunca la periferia norte y este de Tiro. En esta ciudad, era incluso una temeridad desplazarse a pie --en principio, la aviación de Israel solo bombardea a los vehículos-- desde el centro a algunos barrios, unos ataques aéreos sin precedentes que se repitieron por la tarde en los barrios del sur de la capital, Beirut, que causaron la muerte a 14 civiles.

PERFUMADA Y VESTIDA Hacía solo cinco minutos que Thér¨se Asemaan había salido de la iglesia, vestida de domingo, perfumada y con un recatado collar, cuando se produjo una lluvia de proyectiles israelís después de un lanzamiento de katiuskas al otro lado de la bahía de Tiro, en dirección Este.

"Tengo miedo de los perros pero no tengo miedo de la guerra; estaba en Beirut y bajé para estar al lado de mi madre; lo único que siento es que no puedo arreglarme el pelo porque no hay peluquerías abiertas", se lamenta.

A su lado, menos diplomático, y enfundado en sotana blanca sin mácula, estaba el arzobispo de Tiro. "Es increíble que el peor día de los bombardeos sea el que debe ser el último, no es lógico", clama indignado el religioso.

ARRIESGADO EJERCICIO Paradojas de las guerras, quienes no tenían demasiado que hacer ayer eran precisamente los miembros de la Defensa Civil. Y no porque no hubiera trabajo, sino porque la intensidad de los bombardeos era tal que salir del perímetro urbano era, incluso para sus bien indicados vehículos, un arriesgado ejercicio.

Instalados de urgencia en un club de submarinismo abandonado después de que sus instalaciones fueran bombardeadas durante la segunda semana de guerra, algunos de ellos pasaban el rato a mediodía fumando narguile (la típica pipa de agua de Oriente Próximo) y preguntándose por qué, en el último día antes de que comience el cese de las hostilidades, varias gasolineras --una infraestructura civil y, por lo tanto, un objetivo no militar-- habían sido reventadas por los bombardeos.

"Hoy es mucho más peligroso salir", explica Hasán Yazbek, un hombre de ojos azules claros, pantalones rotos por las costuras y gorra con la visera hacia atrás. "Están atacando mucho más cerca del centro", apostilla su compañero, Tadi Kayyal, sin olvidarse de que, durante la mañana, dos de sus amigos --Shadi Jradi y Hasán Arandes-- habían resultado heridos al ser atacados cuando acudían en ayuda de las víctimas de uno de los bombardeos.

Uno de los 40 heridos que se produjo durante la jornada de ayer en el Líbano --trágico balance que se completa con al menos otros 14 civiles y dos militares muertos -- yace en una cama del hospital Jabal Amel de Tiro, sin apenas poder pronunciar palabra y con un padre con los ojos enrojecidos por el llanto. Se llama Mohamed Abdelal, y un bombardeo, solo dos horas antes, obligó a amputarle la mano derecha. "Estoy bien, gracias a Dios", musita. "No me importa si esto me ha sucedido el último día de guerra o el primero", apunta Mohamed.

Pocas oportunidades daban los libaneses a que el alto el fuego fuera duradero, habida cuenta de que Hizbulá ha prometido luchar mientras hubiera soldados israelís en territorio libanés y de que Israel iba a responder a cualquier ataque. Aparte de los intensos bombardeos en el sur y en Beirut, ayer hubo violentos combates en Ghanduriyé, parte de una ofensiva militar terrestre que parecía empantanarse. Con la experiencia de varias ofensivas israelís en el Líbano, el doctor Ahmad Mroue, en correcto castellano, aventura lo que puede pasar: "Que disminuyan los bombardeos, pero que las hostilidades no acaben del todo".