Con una mezcla de rabia y estupor, Israel volvió a enfrentarse ayer a la peor de sus pesadillas: la existencia de células nazis en suelo judío. "Increíble", tituló Yedioth Ahronoth , el diario de mayor circulación del país, después de que la policía anunciara ayer la detención hace un mes de un grupo de ocho cabezas rapadas que se dedicaban a dar palizas a inmigrantes, drogadictos, gais y judíos religiosos en Tel-Aviv y sus inmediaciones. Todos ellos proceden de la antigua Unión Soviética y, aunque según las autoridades tienen lazos distantes con el judaísmo, llegaron al país amparados por la Ley del Retorno, que otorga a los hijos y nietos de todo judío el derecho a emigrar a Israel y obtener automáticamente la ciudadanía.

Mientras el Gobierno y la Agencia Judía trataron de minimizar el fenómeno tildándolo de "aislado", algunos diputados reclamaron la modificación urgente de la Ley del Retorno.

ARMAS Y EXPLOSIVOS Los detenidos tienen entre 17 y 21 años. Seis de ellos han confesado su pertenencia a la banda y el asalto a decenas de personas, la mayoría trabajadores extranjeros, atacados en la estación central de autobuses de Tel-Aviv. "Soy nazi y seguiré siéndolo. Hasta que los matemos a todos no descansaré", declaró a la policía el supuesto cabecilla, Eli Boanitov.

Durante la operación, los agentes hallaron cinco kilos de explosivos, una pistola y un fusil automático M-16, además de abundante parafernalia nazi, incluidos varios vídeos en los que registran sus brutales linchamientos. En uno --visionado ayer por el gabinete de ministros-- se ensañan con un heroinómano ruso tras conminarle a pedir perdón a Rusia por ser yonki y judío. El grupo planeaba, según las autoridades, celebrar el cumpleaños de Hitler frente al Museo del Holocausto.

La noticia sumió al país en una grave conmoción y puso al descubierto las diferencias entre el sionismo religioso --partidario de restringir la emigración únicamente a los judíos, es decir, a los hijos de madre judía, según la ley hebraica-- y el laico, más preocupado por ganar la batalla demográfica a los árabes y, por tanto, feliz con la laxitud de la actual Ley del Retorno.

El primer ministro, Ehud Olmert, pidió serenidad para evitar criminalizar a todo un sector de población, en una clara alusión al más de millón de rusos llegados a Israel tras la caída del telón de acero. Olmert incluso entonó un mea culpa hacia esos inmigrantes frustrados: "Israel, como sociedad, ha fracasado en educar a esos jóvenes".