En una jornada saturada de violencia y actividad diplomática, Israel puso condiciones para detener su ofensiva sobre el Líbano: la liberación de los dos soldados, el fin de los ataques sobre el norte de Israel y la implementación de la resolución 1.559 que obliga al desarme de la guerrilla Hizbulá. Son condiciones, especialmente la última, que tienen pocos visos de prosperar en un país fragmentado políticamente y con un Gobierno débil.

El ministro de Asuntos Sociales libanés respondió diciendo que si se invitó a Hizbulá a formar parte del Ejecutivo es para que sus miembros se sintieran libaneses. O lo que es lo mismo, el Líbano sigue estando agradecido a Hizbulá, y de momento no se contempla su desarme.

Dispuesto a hacer a solas el trabajo sucio, Israel aprobó el ataque sobre "objetivos de mayor entidad" en una clara advertencia a los dirigentes de Hizbulá. Su primer ministro, Ehud Olmert, aseguró que su país está totalmente "comprometido a acabar con este terrorismo".

La primera medida, después de conocerse la muerte de dos civiles israelís en el norte del país, abatidos por una de las docenas de proyectiles katyushas lanzados nuevamente por Hizbulá, fue el bombardeo de la sede de la organización fundamentalista en el sur de Beirut y del domicilio de su líder, Hassan Nasralá.

BORRADO PARA SIEMPRE El edificio quedó borrado para siempre. Pero el secretario general de la organización fundamentalista, Hasán Nasralá, y su familia salieron ilesos. "Queríais una guerra abierta, estamos preparados para la guerra abierta", dijo después el superviviente Nasralá. Y advirtió de que su organización atacará objetivos "más allá de Haifa", es decir, Tel-Aviv.

Horas antes, la ofensiva militar israelí se cebó atacando en cinco puntos la principal vía de comunicación que le queda al Líbano con el mundo: la carretera Beirut-Damasco. El bloqueo absoluto está cerca, después de que la Marina hebrea haya cerrado el acceso a los puertos y haya inutilizado el aeropuerto de Beirut, cuyas pistas y depósitos de combustible volvieron a ser ayer bombardeadas.

OFENSIVA TERRESTRE Ante la espiral de destrucción y de bajas civiles --van 62 libaneses y cinco israelís-- en solo cuatro días, el presidente de EEUU, George Bush, trató de recuperar el protagonismo perdido por su beneplácito al derecho a defenderse de Israel. "Es importante limitar lo máximo posible los daños colaterales sobre los civiles", dijo su portavoz, Tony Snow, después del mensaje de auxilio enviado por el primer ministro libanés, Fuad Siniora. Pero Bush aseguró que no le corresponde a él pedir a Israel que acepte el alto el fuego propuesto por el Líbano.

En otra vuelta de tuerca para acabar con Hizbulá o al menos obligar al Líbano a que acometa una misión imposible, su desarme, el Ejército israelí esbozó la posibilidad de un ataque terrestre. "No podemos tolerar que una organización terrorista que opera desde un país soberano amenace a más de medio millón de civiles israelís", dijo el portavoz del Ejército, Jacob Dallal.

Otra posibilidad con la que se empieza a especular en Israel es la apertura de un tercer frente. En este caso sobre Siria, aliado de Hamás y Hizbulá y a quien Israel ha acusado de orquestar el secuestro del soldado Shalit en Gaza. Por si acaso, Damasco pidió a Hizbulá que detenga el lanzamiento de misiles sobre Israel y aseguró que "Siria no está interesada en unirse al combate".

En Gaza, militantes palestinos abrieron con explosivos un boquete en la frontera de Rafah con Egipto. Desde que Israel comenzó su asedio sobre Gaza el 25 de junio, más de 2.000 personas se habían quedado en la frontera sin poder ir a Gaza.

Ante la acumulación de frentes bélicos, Israel puso fin a ofensiva sobre el centro de Gaza. El presidente palestino, Mahmud Abbás, advirtió de que la expansión de la ofensiva puede conducir a una guerra regional.