El padre de Adel Rayan murió de un ataque al corazón cuando él tenía solo tres años. Sin recursos ni ayuda para educarlo, su madre lo envió junto a sus cinco hermanos a vivir en el orfanato para niños de Hebrón, propiedad de la Sociedad de Caridad Islámica (SCI), una institución benéfica que gestiona dos orfanatos y tres colegios para niños pobres palestinos. En el internado nunca les ha faltado de nada. Comen tres veces al día, van al colegio, juegan al fútbol en el patio y ven la televisión antes de acostarse. Ahora, sin embargo, el bienestar de Adel y otros 5.500 niños y niñas, más de un millar huérfanos, está seriamente amenazado. Israel ha ordenado el cierre de la SCI.

La campaña de acoso y derribo comenzó en febrero. Israel acusa a la SCI de "pertenecer y financiar a la organización terrorista Hamás", y de diseminar en sus colegios y orfanatos "la ideología de la yihad ". Desde entonces han cerrado las pequeñas empresas que servían para financiar su red educativa: dos panaderías, una lechería con 120 vacas, un taller de costura y un edificio con 30 apartamentos de alquiler. Los militares israelís han confiscado toda la maquinaria de su interior, incluido un almacén repleto de ordenadores, libros escolares y comida para los orfanatos. En las panaderías, incluso, llegaron a quemar los hornos, dado que, por su peso, era imposible llevárselos. La puntilla de esta "campaña contra el terror" fue el cierre de un colegio para 1.200 niñas listo para ser inaugurado en agosto.

"No tenemos ninguna conexión con Hamás", se defiende Rashid Rashid, que lleva 12 años dando clases en el SCI. "Es cierto que de los 550 educadores y administradores que somos, unos 30 son de Hamás, pero eso ocurre en cualquier otra institución palestina", asegura.

Lo que más escuece en Hebrón es que Israel no haya presentado ninguna prueba. "Los cargos son secretos", responden las autoridades hebreas.