De nada han servido hasta ahora las denuncias de la Organización Mundial de la Salud, la Cruz Roja o la propia UE. El cierre de fronteras impuesto por Israel desde junio en Gaza como represalia a la toma del poder de Hamás y a los Qassams lanzados sobre su territorio está teniendo efectos devastadores. "A millones de palestinos se les deniega la dignidad humana. No de vez en cuando, sino todos los días", advirtió la Cruz Roja. Esta política de castigo colectivo, que ha arruinado la industria, la agricultura y ha puesto al borde del colapso a los hospitales y al sistema de aguas, afecta especialmente a los pacientes que requieren tratamiento urgente fuera de Gaza para salvar la vida.

Desde junio, Israel ha denegado la salida a 825 enfermos críticos, casi un cuarto de las solicitudes, incluidos niños y mujeres. En algunos casos, la ha condicionado a que los pacientes se conviertan en confidentes. Resultado: 44 muertos desde junio, según el Ministerio de Salud palestino. Israel aduce "razones de seguridad" para vetar la salida de los pacientes. Pero viendo a algunos, es fácil refutar el argumento. Mustafá el Hilu, de 27 años y padre de tres hijos, lleva dos meses y medio en la cama moribundo. Hace 15 meses fue intervenido en Israel de un cáncer en el hueso de una pierna, pero la enfermedad se reprodujo y amenaza ahora con extenderse. "Los médicos israelís me pidieron que volviera a los dos años para un trasplante. He pedido más de 20 veces el traslado, pero el espionaje israelí me lo ha denegado", afirma con un hilillo de voz y lágrimas en los ojos.

SIN EQUIPAMIENTO Los hospitales de Gaza carecen del equipamiento necesario para realizar trasplantes y algunos tratamientos y cirugías, desde el cáncer a las cardiovasculares. De acuerdo con la ley internacional, Israel debería ocuparse de estos casos o, al menos, autorizar su traslado a centros sanitarios de Cisjordania, Jerusalén este, Egipto o Jordania. Pero Israel niega su condición de potencia ocupante y considera los traslados como un "gesto humanitario".