Un confiado y sonriente Ehud Olmert compareció ayer ante el juzgado del distrito de Jerusalén para rendir cuentas por tres de las tramas de corrupción que le obligaron a dimitir del cargo de primer ministro el año pasado. "He llegado como un hombre inocente y creo que saldré de como un hombre inocente", aseguró el delfín de Ariel Sharon.

Por primera en la historia del Estado de Israel, un exjefe del Gobierno se sienta ante el banquillo de los acusados, aunque habrá que esperar aún algunos meses para conocer el desenlace. Las primeras pruebas en su contra se presentarán en febrero.

Antes del comienzo de la vista preliminar, Olmert volvió a aludir a la supuesta caza de brujas que ya denunciara insistentemente cuando los escándalos comenzaron a hacer mella en el escaso caudal político que le quedó tras el desaguisado de la guerra del Líbano en el 2006. "He soportado tres años casi inhumanos de calumnias e interrogatorios", aseguró el político formado en las filas del Likud, que abandonó en el 2005 para fundar el Kadima con Sharon.

A Olmert se le acusa de recibir fondos de un multimillonario estadounidense para financiar sus campañas, de duplicar las facturas de varias fundaciones para obtener beneficios y de emplear su influencia para favorecer a un viejo socio de sus tiempos en la abogacía. Los presuntos delitos, que incluyen desde el fraude a la evasión de impuestos, los cometió durante sus años al frente de la alcaldía de Jerusalén y del Ministerio de Industria y Comercio. Por cada contencioso podría ser condenado a una pena máxima de cinco años de cárcel.

Por otra lado, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás, hizo ayer un llamamiento para que las resoluciones de la ONU sean aplicadas "sin un doble rasero". Abbás dijo que Israel debe detener todos los asentamientos en los territorios ocupados si quiere "salvar" el proceso de paz.