Atraviesa el Ejército israelí un momento delicado. No sólo por sus problemas de imagen en el exterior, derivados de las acusaciones de crímenes de guerra en Gaza, los robos a los activistas de la Flotilla de la Libertad o las denigrantes fotos de sus soldados posando junto a trofeos de guerra palestinos. La reciente revelación de un escándalo interno en el seno del Ejército ha desnudado un organismo enfermo de ambición. Decidido a acabar con la guerra de sucesión que libraban sus generales, el ministro de Defensa, Ehud Barak, adelantó ayer el nombre del próximo jefe del Estado Mayor.

El hombre encargado de suceder al actual comandante del Ejército, Gabi Ashkenazi, será el hasta ahora jefe de la Comandancia Sur, Yoav Galant. Nacido en Yafo en 1958 y forjado en el prestigioso comando de fuerzas especiales Shayelet 13, Galant dirigió la ofensiva Plomo Fundido en Gaza a principios del 2009, resuelta con la muerte de 1.400 palestinos y 13 israelís. Aquella guerra fue duramente criticada en el exterior, y la ONU, a través del informe Goldstone, llegó a acusar a Israel --y en menor medida a Hamás-- de una retahíla de crímenes de guerra.

En el Estado judío, sin embargo, la contienda se percibió como un éxito rotundo, que le permitió a Israel restaurar su poder de disuasión perdido durante la guerra del Líbano contra Hizbulá en el 2006. De ahí algunas de las credenciales de Galant. Barak lo definió ayer como "un oficial veterano con una rica y variada experiencia operacional y probadas cualidades de liderazgo". Su cargo tendrá que ser ratificado el domingo por el Gabinete de ministros y no ejercerá hasta febrero, cuando expira el mandato de Ashkenazi.

FILTRACION A LA PRENSA Tanto el ministro de Defensa como el jefe del Gobierno, Binyamín Netanyahu, reconocieron ayer que no se podía esperar más para anunciar su nombramiento y "devolver la estabilidad al Ejército". El detonante del llamado Galangate es un documento filtrado a la prensa, según el cual, Galant había contratado a una empresa de relaciones públicas para promover su candidatura a la jefatura del Estado Mayor a costa de difamar a uno de sus rivales y enturbiar las ya malas relaciones entre Barak y Ashkenazi. Los policías que investigan el caso están casi seguros de que el documento es falso, pero el escándalo ha paralizado a la institución y ha enturbiado su imagen.

A Galant le esperan decisiones como qué hacer con el programa nuclear iraní o cómo proceder con Hizbulá. En la región suenan tambores de guerra. ¿Cuándo? Nadie lo sabe.