"Hoy se ha producido una masacre contra nuestro pueblo y le decimos al mundo que no nos quedaremos callados frente a semejantes crímenes". El siempre comedido presidente palestino, Mahmud Abbás, fue ayer incapaz de contener la ira tras el asesinato en Gaza de 19 de sus compatriotas, la mayoría milicianos de Hamás pero también cinco civiles, durante una incursión militar israelí en la que resultaron heridos otros 45 palestinos. El abultado número de muertos, el mayor en un solo día desde finales del 2006, pone en evidencia a Abbás y socava sus esfuerzos por convencer a las milicias para que se sumen al proceso de paz.

Poco ha tardado en encenderse la región tras la visita del presidente de EEUU, George Bush. Como respuesta a las muertes ocasionadas por la incursión de tanques, helicópteros y soldados israelís en la capital de la franja, Hamás abandonó su letargo. Un disparo de uno de sus francotiradores mató a un voluntario ecuatoriano de un kibutz israelí cercano a la franja.

Además, los islamistas se atribuyeron, por primera vez desde junio, el lanzamiento de varios morteros caídos sobre Sderot y Askelón, que hirieron a cuatro israelís. Entre los muertos de ayer está uno de los hijos del exministro de Exteriores y puntal del ala dura de Hamás, Mahmud Zahar, que culpó a Bush de la ofensiva hebrea. "Durante su visita, ha dado a Israel carta blanca para matar a nuestra gente", afirmó. "Responderemos de forma adecuada", añadió.

DAMNIFICADO Pero el gran damnificado políticamente es el presidente Abbás, que necesita calma para convencer a su pueblo de que tanto Israel como EEUU quieren una solución al conflicto y que para lograrla es necesario renunciar a la vía armada. "Estos horrendos crímenes", declaró el Gobierno palestino de Ramala, "son una bofetada en la cara" contra los esfuerzos de Bush y la comunidad internacional de reavivar el proceso.

Además Hamás se apresuró a poner en evidencia a Abbás, cinco días después de que este se reuniera con Bush. "Lo ocurrido es una vergüenza para los que cooperan con el criminal Bush y los sionistas", sentenció Zahar. Quizá la mano que tanto necesitaba Abbás la podría haber tendido Washington, pero la Casa Blanca dejó claro quién es su protegido. "Los extremistas están tratando de hacer descarrilar el proceso de paz. Exigimos a los palestinos que dejen de matar israelís inocentes", declaró su portavoz, Gordon Johndroe.