Jimmy Carter, el arquitecto político del trascendental tratado de paz firmado por Israel con Egipto en 1978, el primer paso para la normalización de relaciones entre el Estado judío y sus vecinos árabes, recibió ayer otro portazo durante su visita a Tierra Santa. En una medida sin precedentes, el Shin Bet --los servicios secretos internos israelís, encargados de la protección de los dignatarios extranjeros de gira en el país-- se negó a prestar sus servicios de escolta al expresidente de EEUU.

De nada sirvió que el Nobel de la Paz visitara Sderot y condenara "el crimen despreciable" encarnado por los cohetes palestinos. Carter se ha atrevido a cuestionar con dureza la política israelí y eso le ha convertido en un indeseable en Israel y, al parecer, también en su país. Ayer, la Casa Blanca dijo que Carter no representa a EEUU. Otra posible explicación de los desplantes de Tel-Aviv reside en el deseo de Carter de reunirse con la cúpula de Hamás en Damasco.