Seguramente nunca en su historia Israel se ha sentido tan incomprendido, aislado y perseguido como en el año transcurrido tras la guerra de Gaza. Aquella ofensiva fue un éxito militar incontestable, pero un rotundo fracaso en términos diplomáticos y de imagen. Desde entonces, políticos y militares israelís cancelan viajes al extranjero por temor a ser detenidos. Crecen las campañas de boicot y se ensucian las relaciones con viejos aliados. Aunque nada preocupa tanto como el informe Goldstone de las Naciones Unidas: un Yo, te acuso en toda regla a la conducta de Israel en Gaza.

El grado de inquietud que despierta lo enunció claramente hace unos días el primer ministro, Binyamin Netanyahu. "La primera amenaza a la que hoy nos enfrentamos es un Irán nuclear; la segunda, son los misiles que emanan de Hizbulá y Hamás; la tercera, es el efecto Goldstone para atarnos las manos e impedir que podamos defendernos ante las agresiones". El dictamen del informe es durísimo. Detalla hasta 36 incidentes de posibles crímenes de guerra cometidos por los militares israelís en Gaza.

Cita también eventuales crímenes contra la humanidad. Y amenaza con trasladar, en última instancia, el expediente al Tribunal Penal Internacional (TPI) si Israel --y Hamás, la otra parte acusada-- no depuran responsabilidades tras conducir una investigación "independiente y creíble". "Además, aporta las bases para que oficiales y políticos israelís sean procesados en países extranjeros con jurisdicción universal", explica a este corresponsal el prestigioso abogado Michael Sfard.

DISUASION No acaba ahí el problema. El informe de la ONU amenaza a Israel con obligarle a cambiar la forma en que ha combatido hasta ahora en zonas densamente pobladas y contra ejércitos no convencionales. En Gaza o el Líbano ha llevado a su máxima expresión el principio de la disuasión; esencialmente, arrasar con todo para transmitir el mensaje de que no vale la pena jugársela con el poder militar hegemónico de la región.

Lejos de investigar seriamente las acusaciones, Israel se ha dedicado a calumniar al mensajero, el juez surafricano Richard Goldstone, un judío sionista que se ganó el respeto de la profesión persiguiendo las atrocidades en Ruanda y la ex-Yugoslavia. El presidente, Shimon Peres, por ejemplo, ha dicho que se trata de un "pobre hombre".

La percepción de que Israel "ha dejado de acatar las leyes de la familia de naciones", según las palabras de Sfard, alienta las campañas de boicot a los productos israelís en el extranjero o a las multinacionales que hacen negocio con la ocupación.