Algo más de cinco millones de israelís están convocados a las urnas para elegir al sucesor de Ariel Sharon que continúa en coma en mitad de un clima de apatía, que ha dado como resultado lo que muchos analistas consideran "la campaña más aburrida de la historia". Tan escasa movilización hay entre el electorado, que el partido favorito en las encuestas, Kadima, teme que la abstención sea la más baja de la historia y que esto perjudique sus resultados finales.

Esta es, al menos, la explicación que los allegados al líder de Kadima, Ehud Olmert, dan a los últimos sondeos que, a pesar de seguir mostrando que el partido que fundó Sharon ganará las elecciones, le auguran el número más bajo de escaños desde que el añorado primer ministro escindió el Likud. El hecho de que los sondeos hablen de hasta un 22% de indecisos ha disparado la alarma en Kadima, que ha pasado de verse ganador a temer que su posición para negociar una coalición no sea cómoda.

Los pactos poselectorales, la magnitud de la caída del Likud de Binyamín Netanyahu y hasta qué punto el novato Amir Peretz es capaz de resucitar al Partido Laborista son las incógnitas de las elecciones.

Por otra parte, el virtual primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina, Ismail Haniya, tendió ayer la mano a la comunidad internacional en su discurso de investidura para negociar una "paz justa" en la zona. "Nuestro Gobierno está dispuesto a dialogar con el Cuarteto para encontrar formas de acabar con el estado de lucha", dijo.

SIN GESTOS Haniya afirmó que su Gobierno "no ahorrará esfuerzos para lograr una paz justa". Pero no satisfizo ninguna de las condiciones que le exige la comunidad internacional: no reconoció a Israel, no renunció a la violencia --"protegeremos el derecho de nuestro pueblo a defenderse de la ocupación", dijo-- y no expresó su respeto a los pactos entre palestinos e israelís.