Fumata blanca en el Quirinal. El jefe del Estado italiano, Giorgio Napolitano, optó ayer por otorgar a Franco Marini, el presidente del Senado, un "mandato de exploración" para ver si es posible formar un Gobierno de transición capaz de reformar la ley electoral antes de convocar elecciones generales anticipadas. Al líder de la derecha, Silvio Berlusconi, le faltó tiempo para rechazar de plano esta solución.

Tras cuatro días de consultas con los representantes de las fuerzas políticas y uno más de "pausa de reflexión" para deshojar la margarita, Napolitano hizo finalmente suya la receta del centroizquierda para salir de la crisis de Gobierno y recurrió a la respetada figura del veterano Marini. A este le toca ahora la compleja papeleta de "verificar la posibilidad de consensos" en torno a la controvertida reforma de la ley electoral y para apoyar un Gobierno que la lleve a cabo. El presidente italiano argumentó que el país teme que sin la reforma "no se pueda llegar a la necesaria estabilidad política" y que, a su juicio, "la opinión pública y una significativa representación del mundo económico" se han pronunciado claramente a favor de esta opción. Y aseguró, curándose en salud ante las previsibles críticas de la derecha, que su decisión no es "ni ritual ni dilatoria".

RETO "DIFICIL Y LABORIOSO" Marini, por su parte, no escondió que afronta un reto "difícil y laborioso", pero afirmó que trabajará "con toda determinación" para responder "lo antes posible" a la "gran esperanza de los ciudadanos". Esta tarde comienza oficialmente su ronda de consultas, aunque ayer mismo ya se entrevistó a la salida del Quirinal con el primer ministro saliente, Romano Prodi.

La derecha saltó como activada por un resorte tras el anuncio. Su líder, Silvio Berlusconi, anunció de inmediato su tajante rechazo, convencido de que "la única salida son las urnas y no hay necesidad de cambiar la ley electoral". Para Berlusconi, "no hay espacio para un diálogo" sobre la reforma. A su juicio, "el país necesita muchas cosas, menos perder el tiempo", por lo que hace falta "un Gobierno inmediatamente operativo, con plenos poderes y una amplia mayoría parlamentaria".

Para el ultraconservador Gianfranco Fini, es "absolutamente previsible" que Marini "deberá renunciar al mandato y bajar el telón. Es el último acto". La Liga Norte anunció que ni participará en la ronda de contactos.

El objetivo de Marini será, pues, detectar alguna fisura en el bloque de la derecha, que cabalga sobre la ola de las encuestas favorables y no ve otro horizonte que unas elecciones anticipadas inmediatas con el actual sistema. La misma mayoría centroderechista que la semana pasada tumbó al Gobierno de Prodi en el Senado imposibilitaría la reforma de la ley electoral.

El centroizquierda considera que la norma, muy favorable a las fuerzas políticas minoritarias, hace el país ingobernable. Los 20 meses de los dos gobiernos de Prodi, bajo constantes presiones y chantajes de los 13 partidos coaligados, han dado fe de ello. Durante la legislatura, el centroderecha se mostró abierto a reformar la ley, pero tras la caída de Prodi ha cerrado filas en torno a Berlusconi. La misión de Marini se antoja poco menos que condenada al fracaso.

Su remota esperanza pueden ser los democristianos de la UDC, en principio alineados con la derecha pero que han mantenido una cierta ambigüedad.

El 50% de los italianos no desean ir ahora a las urnas, según una encuesta de la televisión pública. Pero el 66,8%, según el diario Il Corriere della Sera , creen que Marini tirará la toalla.