Nieve, sol y sollozos discretos. Los montañeses no son nunca escandalosos. El patio de la escuela de la policía de Hacienda de Coppito, esta sí construida con criterios antisísmicos, estaba a rebosar de ataúdes. 205. Otro centenar de familiares de víctimas del terremoto prefirieron celebrar las exequias por su cuenta. Unas orquídeas blancas, rojas o amarillas adornaban cada una de las cajas apoyadas en el suelo. Las blancas de los niños, 20 en total, estaban colocadas encima de las del padre o de la madre, en una simbólica unión para el más allá, como unidos estaban a las 3.32 horas de la madrugada del pasado lunes, cuando una placa terrestre subterránea se rompió y provocó el terremoto.

Manos sensibles colocaron encima de alguna caja blanca juguetes coloreados que daban a la escena un toque surrealista. Los familiares que asistían a la ceremonia mostraban la piel quemada, las caras recias y arrugas profundas, como las gentes de los Abruzos. Es la tierra del sobrio historiador Salustio en la que Ignacio Silone escribió Fontamara, una de las prosas italianas más despiadadas.

MENSAJE DEL PONTÍFICE

"Coraje para seguir esperando", mandó decir Benedicto XVI, que envió a su secretario personal, padre Georg Gaenswein, ajeno hasta la fecha a los discursos públicos, que leyó el mensaje antes del comienzo de los funerales por las 289 víctimas de la tragedia.

Al final, un imán bendijo a los seis inmigrantes islámicos sepultados por el terremoto. Otros 11 sin papeles, muertos juntos en la aldea de Onna, se quedaron en la morgue porque nadie los reclamó. Clandestinos hasta en la muerte. "Agradezco a la gente de los Abruzos su gran seriedad y compostura; es una gran lección para todos los italianos", dijo el primer ministro Silvio Berlusconi.

"En nombre del Dios único, nos unimos a la gran familia humana para vivir juntos esta tragedia de muerte, porque hay valores y esperanzas que nos unen a todos", dijo Mohammed Nour Diachan, imán de una de las comunidades islámicas de Italia, que también se han volcado en la carrera de solidaridad nacional puesta en pie por diarios, televisiones, bancos y todo tipo de asociaciones. Son ocasiones en las que un forastero puede apreciar la dimensión casi familiar del país.

Los familiares de los muertos formaron una especie de anillo entorno a los féretros y fueron atendidos por personal de Protección Civil y algunos psicólogos. Pero no hacía falta, porque lloraban para sus adentros. A algunos les corrían las lágrimas en silencio y otros mantenían sus manos fijas encima de los ataúdes como si quisieran retener a sus muertos entre estas montañas. Otros, pocos, sollozaban en voz alta.

La mayoría de los supervivientes siguió la ceremonia desde las tiendas de campaña de la Protección Civil, con capacidad para 20.000 personas, dotadas de luz, gas y calefacción, que sirve por la noche cuando las temperaturas descienden bajo cero. En cuatro días, los servicios de emergencia han hecho milagros, aunque habría sido mejor no tener que demostrar su eficacia.

COMPARACIONES INEVITABLES

El Papa también envió a su secretario de Estado, el primer ministro del Vaticano, cardenal Tarcizio Bertone. Las comparaciones no deben hacerse, pero Karol Wojtyla no habría postergado la visita, como Benedicto XVI, y habría prescindido de protocolos y emergencias viniendo personalmente y soltando una parrafada salida del corazón que habría emocionado hasta los picos de los Apeninos.

Otro papa, otro estilo. Joseph Ratzinger regaló a estas gentes el cáliz con el que el jueves celebró la cena por excelencia de la semana santa y los óleos que bendijo.

"El misterio de la muerte nos reúne", dijo Bertone, quien habló del dolor "por la experiencia de haber sido despojados de todo". A Giovanni, que sigue el funeral desde una de las tiendas, le persiguen los bancos por una hipoteca sobre una casa que ya no existe y le amenazan con embargarle incluso las ruinas que ha dejado el terremoto. Eso se llama mercado. A Giovanni, ayer el Gobierno le congeló, como a todos los demás de esta zona, las hipotecas, que podrán renegociar. También les congeló los recibos de luz y gas. Por dos meses, cuando en la realidad la restauración llevará años. "Mi vida ya no será nunca la misma", murmuró Irma, la última que salió con vida de debajo de cuatro pisos de casas. Probablemente no intuya siquiera cuán diferente va a ser.

Bertone sermoneaba sobre la Jerusalén terrestre, en la que hay terremotos y funerales, y de la Jerusalén celestial, en la que "todas las cosas tendrán su belleza". "De debajo de las ruinas sale un deseo de reconstruir, de volver a empezar y soñar de nuevo para devolver la vida a estos lugares, con la dignidad que distingue a las gentes de los Abruzos", afirmó. Palabras difíciles de digerir cuando sus oyentes lo han perdido todo y llevan cinco noches acampados.

Con el funeral ya empezado, llegó el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que se colocó entre la gente, dejando vacía su silla en primera fila. La alcanzó después, en el momento de la comunión, para reunirse con el jefe del Estado, ministros, autoridades y líderes de partidos. Algunos lamentaron que la tragedia haya coincidido casi con la campaña electoral para las europeas, y que a estas tierras tan apartadas vinieran tantos políticos a retratarse entre las ruinas y los supervivientes del terremoto. Exactamente Fontamara.