Jankee tiene 34 años y lleva casi la mitad de su vida viuda: su marido murió cuando tenía 18 años. Y reside en Vindravan, ciudad que alberga a cerca de 20.000 mujeres que han perdido a sus esposos, desde hace más de una década. Es la primera viuda con la que Diana Ros entabló contacto en el año 2008 cuando aterrizó por primera vez en la ciudad de Krishna. Con el transcurso de los años, lo que más le ha sorprendido de ella ha sido su capacidad de rehabilitación, superando la anulación como persona a la que estaba sometida hasta conseguir empoderarse como persona.

«Sobre todo cómo ha ido perdiendo el miedo, cómo ha ido ganando confianza en su carácter, se ha ido fortaleciendo. Durante el último año se han producido los cambios físicos y psíquicos más notables. Entre los físicos, me sorprendió mucho verla con el pelo suelto, es rarísimo en una viuda. Ya sabes que cuando eres viuda no puedes llevar joyas, y ella en cambio ha ido retomando su feminidad, siendo más presumida, volviendo a esas pequeñas cosas que nos gustan a algunas mujeres: ponernos pulseras, collares, pintarnos las uñas», apunta Ros. Se le dibuja una sonrisa cuando habla de las actitudes o cambios psíquicos ante la vida que han trasformado a Jankee. «Algo tan simple como reír, bailar, sentarse a tomar un chai,pequeños placeres que les están negados a las viudas. Y sobre todo querer disfrutar de vivir la vida y tener deseo de trabajar». Desde luego, nunca identificaríamos a Jankee con una viuda al cruzarnos con ella por las calles de Vrindavan. Hoy lleva las uñas pintadas de rojo, viste ropas de colores y se tapa la cabeza con un pañuelo ornamentado con motivos vegetales.

EL ACOSO DE LOS PROXENETAS

Cuando Diana Ros conoció a Jankee era una persona desconfiada, insegura y con miedo. Aún recuerda las primeras palabras que le espetó el primer día que el equipo de SOS Mujer quiso hablar con ella: «'No sex'», lo que evidencia el principal problema con el que deben lidiar las viudas jóvenes, los proxenetas que las acosan continuamente, realizando falsas promesas, y ofreciendo dinero. Sin embargo, Jankee no cayó en las redes de la prostitución debido a su fortaleza interior. «Solo se tiene a ella para protegerse y no puede confiar en nadie porque han debido de hacerle mucho daño», indica Ros, haciendo referencia a la soledad personal y social que debe enfrentar una viuda en una sociedad donde la red familiar y las amistades son fundamentales para salir adelante.

Después de casi 10 años de relación, Jankee nunca ha hablado de su pasado, ni de cómo fueron las circunstancias que le condujeron hasta Vrindavan. En alguna ocasión, Ros ha preguntado; pero Jankee solo ha respondido con incomodidad y malestar. Sin lugar a dudas, quiere olvidar. Su antigua vivienda fue arrasada por el monzón debido a que estaba casi en el cauce de un río. En la actualidad, tiene una modesta casa de adobe construida con sus propias manos. La ha ubicado en un sitio más elevado para evitar que se inunde durante un nuevo episodio de lluvias torrenciales. Aquí vive junto a tres perros que le hacen compañía y le alertan de la llegada de desconocidos. El lugar es muy austero, sin agua ni luz, pero está muy orgullosa del espacio que ha creado.

NUTRICIÓN, HIGIENE Y COSTURA

En numerosas ocasiones se le ha ofrecido un lugar mejor para vivir, pero no quiere moverse de su casa. Ha adquirido, o recuperado, una personalidad fuerte que le permite enfrentarse a las adversidades con determinación. «Ya no tiene miedo, es capaz de decir lo que piensa, se puede enfrentar incluso a hombres», señala Ros. Sin lugar a dudas, es todo un ejemplo de superación y de los frutos que el trabajo de SOS Mujer está generando en Vindravan. La evolución de Jankee ha sido tan buena que ha empezado a desempeñar labores dentro del equipo de trabajo, con el fin de empatizar mucho mejor con las viudas en los talleres de nutrición, higiene y de costura que realiza la ONG.