"Japón debe tratar adecuadamente la historia de la invasión de China, un asunto de principios vital porque afecta a los sentimientos del pueblo chino". La frase, extraída de un comunicado hecho público ayer por el Ministerio de Exteriores de Pekín, representa el último episodio del más reciente conflicto entre chinos y japoneses. El motivo del enfrentamiento es la aprobación en Japón de un libro de texto que minimiza las atrocidades perpetradas en China y en Corea durante la primera mitad del siglo XX.

Los chinos están furiosos y con ganas de demostrarlo. El fin de semana, cientos de manifestantes protestaron ante las sedes diplomáticas japonesas en China y dos estudiantes japoneses fueron agredidos en Shanghai. A la circular de la diplomacia china antecedió un discurso del primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, que exigió a Pekín velar por los japoneses instalados en ese país.

El libro de la polémica es obra de un grupo de intelectuales ultranacionalistas que han manifestado su voluntad de poner fin a lo que entienden como una lectura "masoquista" de su historia. En Japón, un comité de expertos aprueba los libros para su uso en las aulas. Sin embargo, cada distrito educativo decide cuáles se utilizan en sus colegios. En el 2002, la primera versión del libro fue adoptada por menos del 0,1% de las escuelas japoneses, aunque luego fue un súperventas en las librerías gracias, en parte, a la publicidad gratuita que realizaron los manifestantes antijaponeses.

"Estamos muy preocupados por la posibilidad de que las generaciones futuras puedan cooperar e intentar convivir con una educación en la que se distorsiona la historia", subraya el portavoz del Ministerio de Exteriores surcoreano, Lee Kyu-hyung. El hecho es que el libro, que ya experimentó en su día más de 20 modificaciones por indicación del Ministerio de Educación, no niega que Japón fuera responsable de algunas atrocidades, pero suaviza su gravedad y las justifica tácitamente al dar a entender que no fueron peores que las cometidas por otros países.

Sobre la colonización de Corea, que estuvo bajo dominio japonés de 1910 a 1945, se afirma que las potencias occidentales no se opusieron. La versión inicial señalaba que los occidentales la aprobaron a cambio de que Tokio aceptara el colonialismo de Europa y Estados Unidos.

Asimismo, el libro se refiere a la llamada masacre de Nanking, en la que algunos historiadores afirman que murieron cerca de 300.000 chinos, como un "incidente" en el que murió un número indeterminado de chinos. También se minimiza el problema de las mujeres que fueron obligadas a prostituirse para el Ejército japonés.

Disculpa sincera

El problema es que muchos vecinos de Japón siguen creyendo que el país no ha purgado las penas por su pasado y sigue sin mostrarse dispuesto a disculparse sinceramente. Tokio opina que los tratados de paz ya establecieron las correspondientes compensaciones económicas.

El argumento es técnicamente válido. Pero no se puede olvidar que los tratados fueron firmados en plena guerra fría por regímenes dictatoriales cuya prioridad era poner fin a las hostilidades y concentrarse en el crecimiento económico y en la lucha contra el enemigo comunista. Es el caso de Corea del Sur, donde durante decenios han ostentado el poder los que se beneficiaron del colonialismo japonés. Actualmente, los surcoreanos revisan su pasado para saber quién colaboró con los japoneses y quién resistió o tan sólo obedeció órdenes.