Lo último que necesitaba el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en un momento en que su estrategia para la guerra de Afganistán está más en entredicho que nunca, era un escándalo. Ha sido uno, y grave, el que ha desatado el general Stanley McChrystal, el hombre elegido el año pasado por Obama para dirigir una guerra que empezó en el 2001 y a quien escuchó cuando decidió aumentar la presencia de tropas en Afganistán.

Todo empezó el lunes por la noche, cuando la revista Rolling Stone adelantó un artículo de su próximo número. Se trata de un perfil de McChrystal titulado El general desbocado , firmado por Michael Hastings, un periodista freelance que en abril tuvo acceso al general y su equipo.

Regado con citas textuales de McChrystal y, sobre todo, de sus ayudantes, el texto incluye críticas y comentarios despectivos a miembros de la Administración como el vicepresidente Joe Biden --de quien McChrystal llega a preguntar irónicamente "¿Joe qué?"--; el embajador estadounidense en Afganistán, Karl Eikenberry, con el que el general mantiene una relación tensa; el enviado especial de Obama para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke; y el asesor de seguridad, James Jones, a quien un ayudante califica de "payaso".

"DESILUSION" El texto salpica al propio Obama, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de EEUU. Según un ayudante de McChrystal, este se sintió "bastante desilusionado" tras mantener su primer cara a cara con él en el Despacho Oval y lo definió como "incómodo e intimidado" en la primera reunión que, tras llegar a la Casa Blanca, tuvo con mandos militares.

El artículo estalló como una bomba en Washington. McChrystal emitió un comunicado de disculpa, asumiendo su "falta de juicio" en "un error que nunca debió producirse" y reiterando su "enorme respeto por el presidente, su equipo de seguridad, los líderes civiles y las tropas".

Demasiado tarde. Obama, que ha hecho de lealtad y disciplina valores imprescindibles en su equipo, se puso furioso, especialmente porque el artículo incluyera la idea de que estaba poco preparado e interesado en Afganistán al llegar a la presidencia, y convocó a McChrystal a la Casa Blanca para que participe hoy en persona en la reunión mensual sobre Afganistán. No habló ni el lunes ni ayer con él, algo que sí hicieron el secretario de Defensa, Robert Gates; el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Mike Mullen; y Biden, que recibió una llamada de disculpa.

SITUACION GRAVE La gravedad de la situación va más allá de una falta de subordinación. Y aunque ayer se escuchaban voces clamando para que McChrystal dimita u Obama lo obligue a hacerlo, no es una decisión sencilla para el presidente.

Desde que Obama le puso al frente de la misión de Afganistán, ambos han tenido roces. El más fuerte se produjo el año pasado, cuando el general dio un discurso en Londres clamando por un incremento de tropas cuando el presidente estaba aún sumido en el tortuoso proceso de rediseño de la estrategia para la guerra. Obama acabó aceptando la idea de McChrystal.

Esas discrepancias no han sido óbice para que Obama haya hecho de McChrystal su hombre en Afganistán, y es la fe que tanto el presidente como Gates y Mullen tienen en el general como el más capacitado para sacar adelante la estrategia la que hace difícil dejar de contar con él. "El presidente no cree que las diferencias en personalidades deban distraer la atención de lo importante: hacer que todo salga bien en Afganistán", dijo ayer Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca. No obstante, el mandatario quiso subrayar en su respuesta: "Todas las opciones están sobre la mesa".