Con la muerte de Alexis II desaparece para la iglesia de Roma el interlocutor más intransigente a la hora de alcanzar un tratado de paz entre católicos y ortodoxos, separados desde aproximadamente el año 1000. Alexis II se había cerrado en banda con Juan Pablo II y puso su veto a que viajase a Moscú. La elección de Ratzinger fue saludada por Alexis II como un cambio de rumbo y, desde entonces, los intercambios de visitas han aumentado, hasta el punto de que ambas iglesias se invitan a algunos de sus actos.

Benedicto XVI envió ayer un telegrama a la Iglesia rusa, en el que manifestaba su "profunda tristeza" por la muerte del Patriarca, subrayando su "valiente combate en favor de los valores humanos y evangélicos", al tiempo que le reconoció "el compromiso común en el camino de la recíproca comprensión y colaboración entre católicos y ortodoxos".

POR PRINCIPIOS Oficialmente, el contencioso milenario entre católicos y ortodoxos se refiere a cuestiones de principios, aunque los historiadores reconocen que las relaciones se deterioraron desde que el obispo de Roma se autoproclamó máxima autoridad cristiana. Las iglesias ortodoxas mantienen una autonomía entre ellas.