La presión musulmana ha surtido efecto. Pocas horas después de que el Gabinete israelí aprobara seguir con la construcción de la polémica pasarela de acceso a la Explanada de las Mezquitas, el alcalde judío de Jerusalén, Uri Lupolianski, decidió ayer congelar las obras ante la oleada de conjeturas y protestas que el plan ha despertado. Su intención es permitir el debate público y dar a los representantes de la población palestina de Jerusalén Este la oportunidad de conocer el proyecto y presentar sus objeciones. "Queremos actuar de forma transparente", dijo el alcalde ultraortodoxo, "para que entiendan que la rampa no ocasionará ningún daño". Su reanudación podría demorarse meses.

La exploración arqueológica, obligatoria por ley antes del despegue del proyecto, no se parará. "No es que hayan dejado de excavar, simplemente ha concluido la fase de usar excavadoras", dijo un oficial palestino.

Ayer una protesta de cientos de palestinos en Hebrón degeneró en incidentes con la policía israelí. De nada han servido para aplacar la confusión las prisas israelís sobre el proyecto.

Mientras, Israel se está planteando suspender los contactos con Mahmud Abbás si el nuevo Gobierno unitario palestino, al que se ha sumado su partido, no se adhiere a las condiciones internacionales. El actual, monopolizado por Hamás, podría disolverse a finales de esta semana, anunció el primer ministro, aunque al acuerdo sobre el nuevo Ejecutivo le faltan flecos.