La revuelta azafrán se acerca al escenario pretendido por la Junta militar: un movimiento ciudadano ahogado por la represión y el exterior cada vez más ciego sobre sus desmanes. Los militares se han aplicado con similar beligerancia en ambos frentes. Ayer cortó el acceso a internet y las líneas telefónicas internacionales, los altavoces de las protestas, por lo que es previsible que la información sea incluso más imprecisa en adelante.

Aunque el número decreciente de manifestantes indica un progresivo control de la situación interna, la Junta está naufragando en la batalla de la imagen. La medida llega un día después de la circulación masiva de las fotos de un militar disparando a sangre fría a un fotógrafo japonés que pedía clemencia desde el suelo. Uno de los manifestantes aún pudo llamar con su móvil a la BBC en plena carga militar: "Han disparado varias veces a la multitud. Hay un herido. Han usado gases lacrimógenos", dijo con griterío de fondo.

"CONTACTOS PERDIDOS" Es difícil que esas llamadas se repitan. Una organización de derechos humanos tailandesa dijo ayer que los teléfonos móviles de sus fuentes habituales habían sido desconectados. "Hemos perdido todos los contactos que teníamos en el interior", señaló.

Según múltiples testigos, unas 10.000 personas volvieron a salir ayer a las calles de Rangún, una cifra muy inferior a los 300.000 manifestantes previos al inicio de la represión violenta. En cambio, los medios de comunicación oficiales birmanos solo contabilizaron 120 manifestantes. En el centro de la capital hubo nuevas escenas de violencia, salpicadas de disparos al aire. La presencia de los pacíficos monjes, encerrados en los monasterios por orden del Ejército, fue menor. Aunque se escucharon disparos no hubo noticias de muertos.

Desde el miércoles, al menos 15 personas, incluyendo el fotógrafo japonés, han fallecido. Pero el primer ministro británico, Gordon Brown, expresó ayer su temor a que el número de víctimas mortales sea "mucho mayor" del que ha trascendido. Por su parte, el embajador australiano en Birmania, Bob David, afirmó que los soldados retiran los cadáveres rápidamente.

PRISAS DE LOS MILITARES Las últimas medidas del Ejército revelan la prisa de los militares por finiquitar la crisis. Tropas de refuerzo partieron ayer del sureste y centro del país hacia la capital. Para el régimen birmano, los peligros de la sobreexposición mediática son serios. El Gobierno militar no sufrió grandes daños tras asesinar a 3.000 manifestantes en las revueltas de 1988, que tardaron en conocerse varios días. Pero ahora, los vídeos e imágenes llegados al exterior a través de internet han alentando la repulsa internacional.

Por eso, el principal servidor nacional de internet dejó de dar servicio ayer. La empresa responsable afirmó que un cable submarino había sido dañado. Los pocos cibercafés que permanecían abiertos amanecieron ayer cerrados. Las llamadas internacionales se cortarán a la hora en que empiecen las protestas, así como la electricidad en las zonas de conflicto. Existe también el riesgo de que los militares logren interceptar la recepción de Voz Democrática de Birmania, la emisora disidente que emite desde Oslo.

La presión internacional continúa. George Bush y el primer ministro británico, Gordon Brown, volvieron a pedir el fin de la represión. Sin embargo, el presidente ruso, Vladimir Putin, manifestó que "es prematuro" hablar de imposición de sanciones. Asimismo, los 60 turistas españoles que se encontraban en Birmania ya han empezado a salir del país.