Primero, relajado e incluso intercalando sus respuestas con alguna broma. Después, en tono desafiante; cuestionando la legalidad de su detención en Belgrado la semana pasada, asegurando contar con inmunidad garantizada por representantes de Estados Unidos en los años 90 y proclamando temer por su vida. Afeitado, mucho más delgado y envejecido, el exlíder serbobosnio Radovan Karadzic, acusado de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad durante la guerra de Bosnia, compareció por primera vez ayer ante el juez Alphons Orie, donde confirmó su intención de asumir su propia defensa y donde anunció que empleará el plazo legal de 30 días para proclamarse culpable o inocente de las graves acusaciones que se le imputan, una maniobra destinada a dilatar el proceso.

"¿Es usted Radovan Karadzic?", le preguntó el magistrado Orie. "Sí, lo soy", respondió el acusado. Cuando se le indicó que estaba solo y que ningún letrado le acompañaba en la sala, Karadzic respondió, medio en broma: "Tengo un consejero invisible pero decidí representarme a mí mismo".

La comparecencia se prolongó durante una hora y cuarto, durante la que permaneció casi inmóvil, limitándose únicamente a secar su frente. Siguió en todo momento las indicaciones de los guardas que le acompañaban sin protestar.

Karadzic pretende seguir en el juicio una estrategia similar a la que utilizó el expresidente serbio Slobodan Milosevic, que llegó a dilatar enormemente la vista judicial y a cuestionar constantemente la legalidad del tribunal. Finalmente, Milosevic falleció en prisión. "En Belgrado fui detenido de forma irregular; estuve secuestrado tres días; ni siquiera pude hacer una llamada telefónica o enviar un SMS", denunció Karadzic.

Hubo también ocasión para mencionar al exnegociador de EEUU en los Balcanes Richard Hoolbroke. En un momento de su comparecencia, Karadzic quiso leer una declaración de cuatro folios en la que pretendía dar detalles acerca de un supuesto pacto secreto con Hoolbroke que le garantizaba inmunidad a cambio de su retirada de la vida pública, lo que posibilitó la firma de los acuerdos de Dayton en 1995 que pusieron fin a la guerra de Bosnia.

El acusado dio a entender que el veterano diplomático norteamericano desea su muerte por estar en posesión de secretos negociados en la trastienda: "Es una cuestión de vida o muerte; si el señor Hoolbroke quiere aún mi muerte, y aquí todavía no hay pena de muerte, su brazo es lo suficientemente largo para encontrarme aquí", manifestó Karadzic. "Con esto quiero demostrar por qué estoy en este tribunal ahora y no en 1996; corría el riesgo de perder la vida", declaró el exdirigente serbobosnio.

El juez Alphons Orie le impidió seguir hasta el final y le dijo que tendría suficiente tiempo durante el juicio de hablar de ello y de presentar pruebas de semejante pacto, instándole además a plantear esas cuestiones por escrito, además de garantizar que el tribunal internacional velará por su seguridad mientras se encuentre detenido en La Haya. Hoolbroke negó la existencia del acuerdo.

UN MES DE PLAZO Karadzic cuenta ahora con un mes para estudiar el acta de acusación. Si al acabar ese plazo, el acusado sigue sin pronunciarse, entonces se interpretará automáticamente que se declara inocente de los cargos. Acerca de su pretensión de asumir su propia defensa, el fiscal jefe, Serge Brammertz, declaró que dirigiría el juicio de la manera más eficiente posible.

Al cabo de 75 minutos, la audiencia llegó a su fin. Cuando el juez Orie abandona la sala saludando con la cabeza a la concurrencia, Karadzic le dedicó un pequeño gesto con la cabeza. Después, introdujo su bolígrafo en un estuche, lo colocó junto a sus notas y abandonó sin prisas la sala del TPIY. En Srebrenica, mientras, a las mujeres que perdieron a sus maridos e hijos --hasta 8.000 fallecidos en la peor masacre de la segunda guerra mundial-- les volvieron a caer muchas lágrimas.