Un día después de que la comisión electoral proclamara su victoria, el presidente electo de Afganistán, Hamid Karzai, prometió ayer formar un Gobierno lo más representativo posible y hacer esfuerzos adicionales para hacer frente a la corrupción, el mal del país centroasiático. "Mi Gobierno será para todos los afganos y todos aquellos que quieran trabajar conmigo son bienvenidos", dijo en un discurso televisado.

El resultado de los comicios presidenciales obliga a Washington y a sus socios occidentales a trabajar mano a mano durante los próximos cinco años con un jefe del Estado cuya legitimidad ha sido cuestionada. La confirmación de Karzai levanta el obstáculo que impedía hasta ahora que el presidente estadounidense, Barack Obama, decidiera de una vez si envía 40.000 soldados más. La violencia en Afganistán ha alcanzado sus mayores niveles desde la caída del régimen talibán en el 2001. "Habrá cambios cruciales en nuestro Gobierno futuro; estamos decididos a usar todas nuestras fuerzas, con todos los medios posibles, para extirpar esta mancha (de corrupción) de nuestro país", aseguró Karzai.

En su primer discurso como presidente electo, Karzai tendió de nuevo la mano a la insurgencia talibán para que deponga las armas. Pero la rama de olivo de Karzai cayó, de momento, en saco roto. Qari Yusuf Ahmedi, uno de los portavoces del movimiento talibán, se apresuró, en declaraciones a France Presse, a rechazar la oferta. "No damos ningún valor a la oferta de paz de Karzai, porque sabemos que son palabras vacías sin ningún sentido", zanjó.