Las dos cajas marrones llegaron a la casa de los Kennedy en Hyannis Port, en Massachusetts, la mañana del 25 de agosto. La editorial Twelve, que había previsto publicar las memorias de Ted Kennedy en octubre, había adelantado por segunda vez la fecha de publicación, y quería que el senador tuviera su libro en sus manos. Pero el último patriarca de la famosa dinastía política de EEUU perdía esa noche su batalla contra un cáncer cerebral.

Desde entonces se ha escrito mucho recordándole. Pero nada es más poderoso que sus propias palabras, bajo el título True compass (Verdadera brújula), 532 páginas que llegaron a las librerías el lunes. Ted pasó 50 años preparándose para narrar en primera persona lo que tantas veces se contó en tercera.

Cuidadosas notas

Tras cada reunión con un mandatario extranjero o con un presidente estadounidense, tomaba notas de todas las conversaciones. Mantenía diarios personales. Y en los últimos meses de su vida, con ayuda de Ron Powers, redactó un libro al que la crítica inmediatamente se ha rendido como un relato "profundamente conmovedor" y que algunos historiadores ya definen como "un retrato mucho más honesto y reflexivo que el que habitualmente se obtiene de los políticos".

Tiene contenido político y retrata, por ejemplo, la animadversión que marcó su relación con Jimmy Carter, al que se enfrentó en sus únicas primarias para la Casa Blanca. Recuerda sus sentimientos encontrados hacia Ronald Reagan --"las objeciones son demasiadas como para enumerarlas", dice, antes de dar pinceladas de admiración por el optimismo que inyectó al país--. Y muestra su convicción de que si JFK no hubiera sido asesinado, habría intentado salir de Vietnam --"habló con el secretario de Defensa Robert McNamara sobre un plan de retirada en dos o tres años", asegura.

Pero es el relato humano y personal el que más atrapa. Admite que tomó "decisiones terribles" después de que su coche, en el que viajaba con Mary Jo Kopechne, se hundiera en la isla Chappaquiddick, pero trata de enterrar los rumores que le vinculaban sentimentalmente a la joven de 28 años, a la que dejó abandonada y que murió. Si la cadena de errores "inexcusables" esa noche de 1969 le atormentó "cada día", lo hizo también pensar que aceleró la muerte de su padre, que falleció cuatro meses después de aquel incidente.

Dolor y voluntad

Kennedy habla del dolor por la muerte de su hermanos John y Robert, de una voluntad de seguir adelante y desplazar la pena para no caer en la depresión, de una infancia privilegiada y solitaria, de un primer matrimonio frustrado y del hallazgo del amor en su segunda esposa. Admite excesos con mujeres y alcohol, pero critica las mentiras de los tabloides. Habla de su fe católica y admite que una de sus guías fue el evangelio según San Mateo. Y renueva su declaración de amor al mar: "Navegar siempre ayudó a desplazar el vacío con la conciencia de una dirección, una conciencia de que hay un principio del viaje y un fin y ese principio y fin, es parte del orden natural de las cosas".