Cristina Fernández de Kirchner tuvo ayer una vigilia ruidosa. Una cacerolada retumbó en buena parte de Argentina y a las puertas de la residencia presidencial. Las ollas le exigían que negociara con los productores agropecuarios, cuya huelga en contra del aumento del impuesto a las exportaciones de soja casi dura ya 100 días. Pero también empiezan a oírse voces amenazantes en la calle.

Cristina Kirchner salió ayer en televisión para responder por tercera vez en tres meses, y pidió respetar las reglas de juego democrático. Tras criticar el desabastecimiento, le pidió al Congreso que se pronuncie sobre su impuesto que, dijo, busca distribuir la riqueza. Y prometió diálogo cuando cese la protesta.