Irak, país en guerra desde la invasión de EEUU hace 15 años, está a punto de ver nacer otro conflicto más en su territorio. No será contra el Estado Islámico (EI), que, ya menguado, está en retirada tanto en Irak como en Siria. Tampoco lo será contra ningún país vecino, alguno de los cuales [Irán] controla varias milicias que luchan en territorio iraquí. Esta nueva guerra, cuyo primer episodio tuvo lugar ayer, será, si no se puede evitar su escalada, entre el Kurdistán iraquí y el Gobierno central de Bagdad. Y la razón es Kirkuk, donde las fuerzas iraquís ocuparon la sede del Gobierno provincial y empezado a izar la bandera nacional sobre los edificios estatales.

Esta ciudad, donde viven tanto kurdos como árabes y turkmenos, estaba controlada desde el 2014 por los peshmergas, el ejército de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Kirkuk, muy rica en petróleo, no forma parte de la jurisdicción de esta región y, sin embargo, las autoridades kurdas celebraron también allí el referéndum de independencia del pasado 25 de septiembre. El Gobierno iraquí se enfureció y amenazó en varias ocasiones con intervenir militarmente.

El pasado viernes, el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, envió un ultimátum a Erbil -capital del Kurdistán iraquí- ordenando la retirada de los peshmergas de la ciudad. No lo hicieron y, además, prometieron defenderla con las armas. Y así comenzó la batalla. «Intentamos disuadirlos de hacer el referéndum y violar nuestra Constitución en vez de centrarnos en la lucha contra el EI. Pero no escucharon nuestra llamada. Les mostramos los peligros a los que han expuesto a Irak, pero han preferido continuar con sus intereses partidistas», dijo Abadi ayer en un comunicado, en el que justifica la intervención militar, que ya ha costado, según fuentes locales, varios muertos.

El objetivo es hacerse con las bases militares y pozos petrolíferos de la ciudad, para después tomar Kirkuk entera, donde parte de la población -la no kurda- apoya la intervención. Miles de kurdos, en cambio, están abandonando el lugar por miedo a que, una vez sea «retomada por los árabes, empiecen las represalias y limpiezas étnicas» contra ellos.

«Este ataque es una declaración de guerra flagrante en contra de la nación del Kurdistán. Irak, junto con Irán, han hecho este ataque como respuesta a la gente del Kurdistán, que ha pedido libertad. Es una revancha contra la gente honorable de Kirkuk, que ha mostrado su valentía», declaró también ayer el Comando General de los peshmergas, cuyo mando está sometido al partido de gobierno kurdo, el KDP.

El KDP (Partido Democrático del Kurdistán), liderado por el presidente del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, acusa a sus socios gubernamentales, el PUK (Unión Patriótica del Kurdistán), de traidores por haberse retirado y no haber combatido durante la batalla de Kirkuk contra el ejército iraquí. «Algunos de sus oficiales han ayudado en este complot en contra de la nación kurda, y han hecho una traición histórica al Kurdistán y a los mártires que han sacrificado sus vidas por nuestro país», aseguró el Comando General kurdo.

Dos bandos bien armados

Si continúa la escalada de violencia, este nuevo conflicto puede conllevar muchos problemas tanto a Irak como a toda la región. Hasta ahora [hasta la celebración del referéndum de independencia del Kurdistán iraquí en setiembre], Erbil y Bagdad eran aliadas en la lucha contra el Estado Islámico, que, en las últimas semanas, está quedando acorralado en la frontera con Siria.

Como aliados en contra del yihadismo, tanto los peshmergas como los soldados regulares iraquís han sido entrenados y equipados con armamento militar estadounidense. Con estas armas es, precisamente, con las que ahora están luchando en Kirkuk.