Usted sabe cuánto lo quieren los argentinos?", le preguntó un cronista al exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger la tarde de junio de 1978 en que llegó a Buenos Aires para ver la final del Mundial de fútbol y apoyar a la dictadura militar. Unos 15 meses antes de tan empalagoso recibimiento, cuando aún era el canciller de Gerald Ford, Kissinger pidió a los militares que "terminaran" la represión ilegal antes que el Congreso de EEUU volviera a reunirse.

A Kissinger no lo desvelaban los actos de brutalidad que ya escandalizaban a la prensa de su país. Sólo buscaba evitarle a los "amigos" argentinos una condena parlamentaria que impidiera aprobar un crédito.

Documentos desclasificados recientemente por el Departamento de Estado permiten reconstruir con mayor detalle los lazos entre Kissinger y la Junta Militar. Uno de esos papeles describe un encuentro en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York con el jefe de la diplomacia de la dictadura, el almirante César Guzzetti, en octubre de1976.

EN EL CHILE DE PINOCHET El marino llegó a la cita molesto por las críticas de la prensa estadounidense a la política de desapariciones de la dictadura. Kissinger y Guzzetti ya se habían visto en el Chile de Augusto Pinochet en junio, durante una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA). En la primera cita, Guzzetti le dijo que la guerrilla ya había sido desmantelada. Aunque estimó que "siempre habrá intentos aislados".

Kissinger trató de calmar al abrumado interlocutor. Washington, subrayó, no quiere "causarle dificultades innecesarias" a los "amigos". Pero recomendó: "Cuanto antes tengan éxito mejor" porque, dijo, "el problema de los derechos humanos es cada vez mayor". Además, era posible que en las presidenciales ganara el demócrata James Carter.

En 1984, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) demostró que la mitad de los detenidos- desaparecidos fueron secuestrados después de aquel frugal encuentro en el Waldorf Astoria. La mayoría de las víctimas no pertenecían a los grupos armados, como lo pudo comprobar Patricia Derian, coordinadora de la Oficina de Asuntos Humanitarios del Gobierno de Carter, las veces que viajó a Buenos Aires a partir de 1977.

Carter fue un severo crítico de los militares. Durante el juicio a las juntas, en 1984, Derian reiteró su impresión de lo que era Argentina entonces. "La opresión masiva, la tortura, las detenciones" formaban parte de una "logística". Y ese plan había tenido el aval de los halcones norteamericanos.