El verano y la crisis económica, que reducen sensiblemente la demanda energética, limitarán sus posibles efectos perniciosos. Pero una nueva guerra del gas entre el Kremlin y una república del antiguo espacio soviético acaba de estallar, en este caso con Bielorrusia, que desde ayer mismo ha visto reducido en un 15% el suministro de esta fuente de energía desde el vecino ruso. Oficialmente, la razón esgrimida por Rusia para aplicar el corte es el impago de la deuda contraída por Minsk por anteriores envíos.

"La deuda no ha sido pagada y desde el 21 de junio a las 10 de la mañana se ha impuesto una reducción del 15% a las exportaciones de gas ruso a Bielorrusia", proclamó Aleksei Miller, director del monopolio del gas Gazprom, a las televisiones estatales, después de recibir del presidente Dmitri Medvédev en persona la orden. La reducción del suministro puede acabar afectando a Europa, ya que el territorio bielorruso constituye una de las dos únicas rutas de salida de las exportaciones gasísticas rusas a los países de la UE. Un contencioso similar entre el Kremlin y Kiev en el 2009 dejó a muchos hogares de Europa del este sin calefacción dos semanas.

Pese a que la razón oficial es esta, existen varios contenciosos entre Minsk y Moscú. Bielorrusia y Rusia no han logrado cerrar un acuerdo para la creación de un espacio aduanero común, con el consiguiente enfado ruso, que aspira a reconstruir en el territorio de la ex-URSS su esfera de influencia, al tiempo que el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, ha dado cobijo al depuesto presidente kirguís Kurmanbek Bakíyev, un gesto que ha irritado a Moscú.