Welcome to Kurdistan, da la bienvenida el anuncio de una compañía de telefonía móvil en el aeropuerto de Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Dos helicópteros de combate se recortan en la luz suave del atardecer mientras el taxi esquiva a toda velocidad los bloques de hormigón de la carretera que conecta con el aeródromo. Sin embargo, el paisaje cambia apenas lo dejamos atrás: grandes centros de convenciones, urbanizaciones y hoteles se levantan en las afueras en nuevas y amplias avenidas.

Casi siete años después de la invasión estadounidense, mientras el Irak de la posguerra se ha sumido en los enfrentamientos étnicos y religiosos, los kurdos del norte del país han aprovechado para construir su propio y próspero estado, que funciona de forma semiautónoma. Durante la década de 1990, los kurdos consiguieron cierta autonomía pero la guerra civil entre las dos principales facciones kurdas --el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK)--, unido al embargo de Sadam Husein a los kurdos, sumió a la región en la pobreza. Sin embargo, el apoyo a las tropas de Estados Unidos en la guerra del 2003 permitió a los líderes kurdos ganar influencia en el Gobierno de Bagdad --no en vano, el hasta ahora presidente iraquí es el kurdo Yalal Talabani-- y presionar para que la Constitución redactada después de la contienda, estableciese un modelo territorial federal, lo que ha permitido el florecimiento económico de esta región.

Un poco de historia

"¡Ha sido todo tan rápido!", exclama un habitante de Erbil mientras toma un refresco en la terraza de su chalet: "Se ha pasado de la violencia extrema a la paz. En 1992, cuando regresé al Kurdistán, en los restaurantes te pedían que dejases las armas en la puerta y ahora, en cambio, los jóvenes crecen sin violencia". De hecho, el Kurdistán iraquí recibe varios millones de turistas al año (sobre todo del Golfo Pérsico), además de ser el lugar al que se retiran a recuperarse los soldados y políticos cansados del caos de Bagdad.

"Desde marzo del 2003 ningún soldado de la Coalición ha muerto y ningún extranjero ha sido secuestrado en las áreas administradas por el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK). Con la cooperación de la población, las fuerzas de seguridad de esta región han mantenido esta zona estable y a salvo". Este es uno de los lemas con los que el Gobierno kurdo recibe a los hombres de negocios. Al Kurdistán iraquí le llueven las inversiones, especialmente las procedentes de la vecina Turquía, Líbano, EEUU y China. Austrian Airlines y otras aerolíneas europeas tienen vuelos regulares al Kurdistán y los principales países de Europa han abierto consulados en Erbil.

Sin embargo, algunos grupos (como el recién creado Goran, la principal fuerza de oposición en las pasadas elecciones regionales de julio) acusan al gobierno de coalición del PDK, dirigido por el presidente regional kurdo, Masud Barzani, y la UPK, de Yalal Talabani, de repartirse el pastel entre ellos solos.

En la carretera que une Erbil con Suleymaniye, las dos principales ciudades del Kurdistán, es posible advertir cómo, llegado un punto, los uniformes de los peshmerga (soldados kurdos) cambian completamente: la primera ciudad es el feudo del Partido Democrático; la segunda, de la Unión Patriótica, y cada uno mantiene sus propias fuerzas de defensa. La división llega incluso a la telefonía móvil: el accionariado de la compañía Korek es mayoritariamente del PDK, mientras que su rival, Asiacell, pertenece a la UPK.

Controversia territorial

Pero el mayor problema de la región son los territorios que se disputan el Gobierno regional kurdo y el Gobierno central de Bagdad. Oficialmente, el Kurdistán iraquí está solo formado por las provincias de Dohuk, Erbil y Suleymaniya, pero el GRK reclama parte de las provincias vecinas, lo que ha producido constantes tensiones en el parlamento iraquí y choques violentos en las zonas disputadas. Los principales conflictos se están produciendo en torno a Kirkuk, una rica ciudad petrolífera de gran importancia simbólica para los kurdos, pero que también reclaman árabes y turcomanos. Masud Barzani ha amenazado en varias ocasiones al Gobierno central con declarar la independencia del Kurdistán si no se convoca un referendo de autodeterminación en Kirkuk, algo que los árabes ven con recelo.