La llamada guerra de las banderas estalló ayer en Irak. El Gobierno autónomo kurdo ordenó que la bandera kurda ondeara sola en los edificios públicos del Kurdistán. Después de esta decisión, el primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, replicó y ordenó ayer: "La bandera iraquí actual debe estar izada en cada centímetro de tierra iraquí, en tanto el Parlamento no haya tomado una decisión conforme marca la Constitución".

Al Maliki intentó zanjar así la polémica tras las presiones recibidas por la comunidad suní, a la que pertenece Sadam Husein y que es minoritaria en Irak. Esta nueva disputa sobre el símbolo de identidad iraquí nace después del fracaso de las comunidades del país (chií, kurda y suní) en encontrar un nuevo emblema nacional tras la caída del dictador Sadam Husein, en el 2003.

HERENCIA DE SADAM La bandera iraquí actual, denostada por los kurdos, es la misma que durante el anterior régimen. "Esta bandera no es la de Irak, sino la del partido Baaz, la de las campañas de Anfal en el Kurdistán --donde murieron 180.000 kurdos entre 1987 y 1988-- de los bombardeos químicos, de la represión y de las fosas comunes", aseguró airado ayer el presidente del Kurdistán, Masud Barzani, recordando los crímenes atroces del régimen de Sadam.

El nuevo pulso de los kurdos se enmarca en las veleidades separatistas de una región que disfruta de autonomía desde la primera guerra del Golfo (1991), que dispone de fuerzas militares propias y que constituye un oasis de paz en un país al borde la guerra civil. Pero, a pesar de este conflicto, los kurdos manifestaron su disposición a izar el emblema nacional iraquí, eso sí, modificado. Después de todo, el presidente de Irak, Jalal Talabani, es kurdo.