Los gritos procedían de la montaña de escombros en la que se había transformado una guardería de Puerto Príncipe. "Por favor, sacadme de aquí; me estoy muriendo; tengo a dos niños conmigo", imploraba una voz femenina invisible que pudo ser escuchada por Joseh Guyler Delva, periodista de Reuters. Los habitantes de la capital haitiana --casi el único rincón del país de cuya situación se tuvo noticias en las horas posteriores al seísmo-- pasaron toda la jornada de ayer apilando cadáveres en las cunetas, mientras otros buscaban a supervivientes entre las ruinas.

"La ciudad es muerte; una parte de Haití se ha destruido", describía con crudeza Haiti Press Network, en la primera actualización de su página de internet tras el temblor. Una fotografía del Palacio Nacional mostraba al imponente edificio reducido a una sola planta. Todo lo que se hallaba encima se había desplomado, como un acordeón, sobre la parte aún en pie.

LA EXPERIENCIA DE CAPELLINI Fiammetta Capellini, cooperante italiana de la Asociación de Voluntarios para el Servicio Internacional (AVSI), pudo explicar a Europa Press su experiencia con el temblor. La primera sacudida "fue fortísima y duró más de un minuto", tras la cual, viendo que no había daños relevantes, intentó regresar a su casa. Tras comprobar que su coche estaba bloqueado, regresó a la oficina y se aprovisionó de agua.

Fue entonces cuando le sorprendió la segunda sacudida, que arrasó la ciudad: "Los edificios más importantes habían desaparecido, bloques enteros de pisos estaban a ras de suelo, y un supermercado muy conocido, que a esas horas tenía que estar lleno de gente, era ruinas".

Hacia la medianoche, Cappellini logró regresar a su casa y encontrarse con su marido "tras más de dos horas de viaje para hacer menos de diez kilómetros por carreteras impracticables". "Por las calles vagaban personas presas del pánico y de la histeria, heridos buscando ayuda, luces de alta potencia colocadas para poder continuar con las actividades de rescate", explicó.

A TRAVES DE FACEBOOK Unicamente unos pocos testimonios de más allá de los límites de la baqueteada capital habían logrado relatar al mundo exterior la experiencia vivida. Muchos a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Del resto del país apenas se sabe nada, aunque desde la sede de la misión de la ONU en Puerto de la Paz, en el norte, Luis Gómez-Orodea aseguró a través de correo electrónico que él y su equipo estaban bien, ya que allí el seísmo no había "golpeado fuerte".

Todo lo contrario a la vivencia de Emmet Murphy, jefe de misión de la oenegé estadounidense ADCI/VOCA en Jacmel, a 40 kilómetros de Puerto Príncipe. "Volvía en coche a Jacmel, en la montaña, cuando toda la montaña ha parecido hundirse a mis pies. Una enorme nube de polvo se elevó sobre el valle", relató.