La exigencia de una reforma electoral en el Reino Unido saltó ayer a la calle. Un millar de manifestantes se congregaron a las puertas de la sede de los liberaldemócratas, donde Nick Clegg se hallaba reunido con la cúpula del partido analizando la oferta de pacto de los conservadores. Entre gritos de "no más votos malgastados" y "queremos la reforma ya", los concentrados entregaron a Clegg una petición respaldada por 22.000 firmas.

El hombre del que depende en estos momentos la formación de un nuevo Gobierno abandonó por unos instantes la reunión y, en medio de una ovación, con la ayuda de un megáfono, prometió persistir en los principios de transparencia y justicia que ha venido defendiendo hasta ahora y por los que, según dijo, entró en la política. "Acepto vuestra petición con un espíritu de cambio, de cambio verdadero, de las políticas de este país", afirmó. "Os pediría que hiciérais esto que hoy habéis hecho aquí, en Smith Square, en todas las calles y en todas las comunidades de nuestro país", añadió. Los manifestantes se dirigieron después a la sede del partido conservador, pero se disolvieron pacíficamente cuando supieron que David Cameron no estaba allí.

PARA LARGO Seguidos cada minuto por periodistas y cámaras, los dos líderes se hallan sometidos a fuertes presiones desde sus propias filas, mientras la negociación continúa con discreción. Una nueva reunión entre los equipos de ambos partidos está prevista para esta mañana, tras un primer encuentro la noche del viernes. El resultado electoral ha convertido el camino hacia Downing Street en un laberinto del que no parece que vaya a ser fácil ni rápido salir.

"Hemos tenido una reunión inicial. Eso es todo de momento" fue el único comentario de William Hague al término del encuentro en el que participó junto a George Osborne y Oliver Letwin, por parte de los tories. Los tres son miembros del Gobierno en la sombra de Cameron y gente de mucho peso en su equipo. Los liberales están representados por los diputados David Laws, Danny Alexander y Chris Hune. No hay un calendario fijado para estas conversaciones, y poco se sabe de su marcha o de su contenido. De momento no hay programado ningún encuentro cara a cara entre Cameron y Clegg.

CONVERSACION DESAGRADABLE El líder liberaldemócrata también mantuvo ese día una conversación telefónica de poco más de media hora con Gordon Brown, al parecer bastante desagradable. Según confió una fuente liberal, Brown empleó un tono cortante y agresivo con Clegg, quien exigió la dimisión del primer ministro, a lo que este respondió con amenazas. La información fue desmentida por los liberales y por Downing Street, pero es bien sabido que entre los dos hombres existe desde hace tiempo una pésima relación.

Brown, que a mediodía puso tierra de por medio y se marchó a Escocia, puede ser un obstáculo insalvable para un posible acuerdo de los liberales con los laboristas, si fallara el intento de colaboración con los conservadores. Un diputado laborista recién reelegido, John Mann, pidió ayer públicamente su dimisión para facilitar una posible alianza. "Pase lo que pase en los próximos días, Gordon Brown no debería ser quien dirigiera a los laboristas en unas próximas elecciones y tendría que dimitir antes del próximo congreso laborista en septiembre", señaló el parlamentario. "Los británicos no quieren a Brown como primer ministro --añadió--. Un Gobierno minoritario encabezado por él no tendría credibilidad". La idea de que Brown debe dimitir como líder antes del verano empieza a barajarse en todos los escalafones del partido.

Brown no es el único que tiene problemas en casa. Entre los-

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