Habla, pero hace tiempo que los británicos ya no le escuchan. Insiste en que es el hombre para sacar al Reino Unido de la crisis, pero los sondeos lo desmienten. A menos de nueve meses de las elecciones generales, Gordon Brown inauguró ayer el congreso anual del Partido Laborista en Brighton, sin esperanzas de ser reelegido primer ministro. Aunque afirmó que el laborismo "es el verdadero rostro de Gran Bretaña" y expresó su determinación a proteger los logros sociales.

En la ciudad balnearia lucía el sol, pero el ambiente era de abatimiento y desesperación. Entre 100 y 150 diputados laboristas de los 349 con escaño en la Cámara de los Comunes pueden perderlo el próximo verano. Quienes lo conserven temen pasar el resto de su vida política en el banquillo de la oposición.

DEMASIADO TARDE Es demasiado tarde para cambiar de líder. Hasta los rebeldes han renunciado a conspiraciones y parecen resignados a hundirse con el barco. Los asistentes en Brighton andan menos interesados en la estrategia de la inminente campaña electoral que en la elección de un sucesor de Brown pasados los comicios. Un clima de derrotismo, que el ministro de Finanzas, Alistair Darling, resumió ayer con una frase lapidaria: "Hemos perdido las ganas de vivir". En el último sondeo, publicado por The Mail on Sunday , el Partido Conservador de David Cameron aventaja en 15 puntos a los laboristas. Mientras el 40% de los consultados prefiere a los tories, solo un 25% apoya a Brown y los suyos. Recientes encuestas muestran el avance conservador en el norte de Inglaterra, una región obrera y tradicionalmente laborista, sin la cual el partido en el poder puede eclipsarse en Inglaterra.

Algunos todavía confían en poder recuperar posiciones si el crecimiento económico se afianza antes de la temporada navideña. La mayoría, sin embargo, cree que la suerte está echada y empieza a buscarse ya la vida.