Los llaman, con sorna, "los autocares de turistas". Son los autobuses que, al menos dos veces al día, atraviesan las calles del centro de la isla italiana de Lampedusa para trasladar a los inmigrantes clandestinos desde el muelle del puerto al centro de acogida. Los pasajeros, todos negros, sonríen y saludan con la mano a las gentes del trozo de tierra al que acaban de llegar sin saber que, más allá de la broma, no les quieren. Más aún, directamente, les detestan.

Lampedusa es la isla más al sur del mediterráneo, más cercana a Africa --casi a 150 kilómetros de Túnez-- que a Sicilia. Con 20 kilómetros cuadrados, tiene un censo que no supera las 6.000 personas, una cifra que, en los meses de verano, puede quintuplicarse.

Aliados de ´Il Cavaliere´

Pero los turistas son solamente italianos, generalmente del norte. A diferencia de las islas españolas y griegas, Lampedusa no tiene turismo internacional. Los oriundos de la isla, básicamente pescadores y operadores turísticos, atribuyen a la inmigración la falta de proyección de los encantos de la isla.

Al frente de la alcaldía está Bernardino Rubeis, del Movimiento per l´Autonomia (MPA), un partido autonomista siciliano de derechas aliado del actual primer ministro, Silvio Berlusconi. Todos los oriundos consultados, sin excepción, no solo simpatizan con el primer ministro sino que aplauden sus medidas para blindar la llegada de inmigrantes. "Berlusconi hace lo que hay que hacer, cerrar la puerta". Es el comentario de un funcionario municipal del servicio de demografía ya retirado que no quiere dar su nombre.

Lo que nadie, o muy poca gente, sabe es que Lampedusa, una de las principales puertas de entrada de clandestinos a Italia con más de 20.000 sin papeles al año, no tiene ni a un solo indocumentado en sus calles. Las barcas son detectadas en el mar, socorridas por las fuerzas de seguridad marítimas, que las llevan a puerto. El suelo del muelle y del centro de acogida es el único que pisan los sin papeles antes de ser trasladados a otros centros o ser devueltos a casa. "No hay ni uno pero nadie lo explica", se lamenta Mario Lo Verde, un pescador de 60 años.

Pero la opinión pública italiana, consumidora de los medios de comunicación nacionales, ya asocia Lampedusa, invariablemente, a la inmigración. No a sus calas paradisiacas de aguas turquesas, a su rico fondo marino y a su amplia oferta gastronómica de pescado y gambas recién cogidas. "La llegada de tantos inmigrantes ha deteriorado la imagen de la isla como destino turístico", argumenta Alexandro Boffa, de 35 años, el camarero del bar Sbarcatoio que, situado en una esquina estratégica del centro, es donde, cada mañana, los hombres del lugar toman sus cervezas, charlan y miran el discurrir del día.

Sabedor de que por las calles de la isla no hay ni un solo inmigrante, Boffa, que empezó trabajando los meses de verano en la isla y ahora ya quiere probar todo el año, reconoce que, quizá, el municipio adolece de mecanismos para venderse más y mejor dentro y fuera de las fronteras italianas.

A más edad, como por ejemplo los 86 años de Vicenzo Maraventano, un pescador nacido en la isla, menos contemplaciones con los que se juegan la vida en el mar, tras pagar fortunas para ello, en busca de una vida mejor. "No hay trabajo par todos, ni siquiera para los italianos", dice el anciano. A su lado está Emanuele Galazzo que, aunque con siete años menos que Vicenzo, no se corta: "Todos son delincuentes que causan problemas en toda Italia".

Lo Verde interrumpe a sus contertulios para decir que sí siente pena por estas personas pero que la oportunidad deben encontrarla en sus países de origen. "Europa debe invertir en los países de origen para que nadie quiera marcharse", argumenta para decir, sin ningún rubor, que no le gustaría tenerlos como vecinos.

La senadora

Este fin de semana se esperaba la llegada de la senadora italiana Angela Maravento, de la Liga Norte, nacida en Lampedusa. Las gentes del lugar explican que desde la terraza de su restaurante, con una vista preciosa, también puede presenciarse la llegada al atardecer de los clandestinos al muelle. En el año 2003, la prensa italiana recogía declaraciones como estas de la actual senadora: "Es justo matar a todos los clandestinos que desembarquen en la isla". Los medios también daban cuenta, hace solo dos domingos, de otra proeza. Maravento se paseaba por el muelle de Lampedusa con un chador en busca de un pasaje para Libia porque, para protestar, quiere desembarcar en Africa.