"Tener dos presidentes empieza a parecerse a no tener ninguno", escribía ayer en The Washington Post el columnista Eugene Robinson. Las dos ruedas de prensa consecutivas de Barack Obama sobre la crisis económica y su plan para afrontarla tenían un objetivo claro (calmar a mercados y ciudadanos), pero han aumentado una sensación extraña que existe desde que ganó las elecciones: el camino hasta el 20 de enero se está haciendo largo en estos tiempos convulsos.

Está siendo una transición atípica, con Obama anunciando equipos y planes económicos antes de lo que es habitual (los nombramientos no llegaban hasta diciembre), y primando la economía por encima de la seguridad. Obama dice que estos son tiempos excepcionales y que no hay tiempo que perder con la crisis, pero lo único que su gente puede hacer es estudiar la crisis y preparar planes.

Oficialmente no hay fricciones entre Bush y Obama. Administración saliente y entrante se elogian por la cooperación. Pero el lunes, George Bush, el que aún puede decidir, habló de economía y nadie se enteró. Obama, el que aún no puede decidir, habló de economía y se llevó todos los titulares. Aún falta mucho para el 20 de enero.