El martes pasado, cuando el presidente Barack Obama ofreció en Chicago el último discurso de su presidencia, su última gran intervención pública ante la nación, hubo un momento en que tuvo que luchar para contener las lágrimas, el momento en el que más se emocionó y con el que más emocionó, el que se volvió más viral en unas redes sociales más que nunca entregadas a la Obamanía. Fue cuando dirigió unas palabras a su esposa, Michelle Obama.

Llamándole por su nombre de soltera, Michelle LaVaughn Robinson, el presidente la definió como "chica del South Side", el humilde barrio de la ciudad en la que se conocieron, de donde proviene la primera dama y donde él empezó su carrera política trabajando como organizador comunitario. Y pasó a hacer en voz alta una reflexión que incontables otros están haciendo en la hora de la despedida. “Tomaste un papel que no habías pedido y lo hiciste propio, con elegancia y agallas y con estilo y buen humor. Hiciste de la Casa Blanca un lugar que pertenece a todo el mundo. Y la nueva generación eleva sus aspiraciones porque te tiene como modelo. Me has hecho sentirme orgulloso”, dijo el mandatario. “Has hecho al país sentirse orgulloso”, añadió.

"MADRE EN JEFE"

El consenso es que Michelle Obama deja una herencia intachable. A diferencia de otras primeras damas como Hillary Clinton, optó desde el primer momento por no involucrarse activa o públicamente en la actividad del ala oeste, convirtiendo en su prioridad el papel que ella definió de “madre en jefe” de sus hijas, Sasha y Malia. Con una agenda de trabajo inicialmente limitada a dos días por semana y ampliada luego a tres, fue volcando el resto de sus esfuerzos en causas como el apoyo a los veteranos y las familias de militares, la lucha contra la obesidad infantil, la concienciación por la alimentación sana o las iniciativas para ampliar y garantizar el acceso a la educación.

En ocho años no ha dado ni una rueda de prensa, aunque ha tenido algunas mesas redondas con periodistas. Y en vez de entrevistas, ha elegido estratégicamente usar métodos no tradicionales pero poderosos para comunicar y hacer llegar su mensaje, prodigándose en programas de entretenimiento y humor y en las redes sociales. “Estos han sido los temas que he elegido, mis opciones, y decidí abordarlos de la forma que sentía más auténtica para mí”, ha explicado, “una forma que era sustancial y estratégica pero también divertida y espero que inspiradora”.

EL HITO

Como recordaba en un artículo en The New York Times la escritora Chimamanda Ngozi Adichie, porque Michelle Obama “decía lo que pensaba y sonreía solo cuando sentía que tenía que hacerlo y no constantemente y de forma vacua, se le echó encima la más barata caricatura: la de la mujer negra enfadada”. Enfrentó también, como su esposo, los insultos más descarados de los sectores más abiertamente racistas del país y, también, expectativas quizá inalcanzables de los más ardientes activistas por la igualdad racial.

Impasible ante unos y otros, la primera dama ha ido construyendo unlegado que deja una huella más que simbólica. Eludiendo siempre que ha sido posible el discurso directo sobre cuestiones raciales, lo ha pronunciado indirectamente, con gestos, o eligiendo como causas muchas que afectan sobre todo a minorías. Y ha normalizado verla diariamente en esa Casa Blanca que como recordó en la Convención Demócrata “construyeron esclavos” como sus antecesores, elevando con elegancia y dignidad el hito que de por sí ha representado su presencia allí. “Representa un tipo de seguridad que es algo nuevo para una mujer negra en la vida pública”, decía en The Washington Post Nell Irvin Painter, profesor emérito de historia americana en Princeton. “Es el símbolo de lo que un estadounidense puede ser. Ha presentado una identidad estadounidense universal", añade el experto.

SU VOZ POLÍTICA

Solo en las campañas de su marido, y sobre todo en la última de Hillary Clinton frente a Donald Trump, Michelle Obama ha quitado la sordina que voluntariamente puso al llegar a la Casa Blanca a su voz más política. Ha desenterrado a la mujer combativa, determinada y de discurso brillante de la que hablan quienes la conocieron en sus años en Princeton y Harvard, de trabajo en un prestigioso bufete de abogados, en el Ayuntamiento y en la Universidad de Chicago. Han sido apasionadas intervenciones y certeras pero elegantes críticas (aunque se dice que en privado su tono es mucho más abrasivo) y han despertado en muchos los sueños de que de el salto al servicio público, algo que de momento no parece dispuesta a hacer.

Según ha relatado Jodi Kantor, la periodista de The New York Times que cubrió a la primera dama durante seis años y que va a publicar ahora Los Obama: la alianza tras una presidencia histórica, veteranos asesores cercanos dicen que no sabe aún cómo quiere sonar en su nuevo papel, en el que empieza con 53 años (los cumple el martes). Pero como también reflexiona la reportera,"puede ser la mujer negra más poderosa del país, una posición que clama ser utilizada”.